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Cristina Losada

Uno aprende tarde, el otro nunca

Se pretendió que los españoles creyeran que ETA estaba dispuesta a jubilarse y que Batasuna se había transformado en una especie de club de pacifistas vegetarianos.

Hay quien piensa que nunca es demasiado pronto para aprender, como el vicepresidente de Galicia, que desea que los bebés sepan cantar el himno gallego antes de que digan "papá" o "mamá". Pero también los hay que presumen de aprender demasiado tarde, como Pérez Rubalcaba, quien acaba de confesar que si algo ha sacado en claro del proceso de negociación con la banda terrorista es que Batasuna no tiene ninguna autonomía respecto de ETA; ni siquiera, dijo, para encargar un café. Puesto que el Tribunal Supremo ya había establecido hace unos años, en sentencia firme, que Batasuna y ETA eran lo mismo, razón por la que fue ilegalizada la primera, sería muy grave que el ministro acabara de realizar ese "descubrimiento". Tanto que debería marcharse a casa y copiarse la sentencia de pe a pa en un cuaderno, para que no se le vuelva a olvidar.

Pero se entiende muy bien que el titular de Interior quiera hacer creer al respetable que se le ha encendido recién ahora la bombilla. Aquel dictamen y la ilegalidad del apéndice etarra fueron completamente ignorados durante el prolongado coqueteo de su Gobierno con la banda. Y se pretendió que los españoles creyeran que ETA estaba dispuesta a jubilarse y que Batasuna se había transformado en una especie de club de pacifistas vegetarianos. Cuando a la vista del público ha quedado en evidencia que lo uno y lo otro eran sendos cuentos chinos, que los teóricos de la negociación ornaban con elucubraciones sobre "el final del ciclo de la violencia", hacen como que se han caído del guindo. Aunque no caen del todo, naturalmente. Todavía les queda por descubrir el siguiente Mediterráneo, y es que ANV también es lo mismo que ETA y que, por tanto, ha de ilegalizarse. Pero como acaban de abrirle las puertas de los ayuntamientos vascos a ese submarino y todavía siguen prendados y prendidos de los contactos con la banda, se guardarán de hacerlo con esta o aquella excusa.

El que no aprende nada, ni pronto ni tarde, sobre la lucha contra el terrorismo es el presidente. La prontitud, desde luego, no es lo suyo ante los atentados. Al día siguiente del perpetrado contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de Durango no se sabía si Zapatero lo condenaba o aún dormía. La duda respecto a lo primero no es mera retórica. Ha habido decenas de actos terroristas de menor envergadura que ZP eludió condenar mientras duraba la luna de miel del "proceso". Y bien que le costó salir a la palestra tras la bomba de Barajas. Después de la de Durango también ha habido que esperar para conocer su opinión. Mejor dicho, para corroborar que sigue en la misma. La que expresaba de idéntica y confusa manera apelando a "que ETA sea consciente de que sólo tiene un destino", el cual no cifraba siquiera en su desaparición, sino en "el fin de la violencia". O sea, que Zapatero persiste en concebir la política antiterrorista como un proceso de hacer "consciente" a ETA, de que se convenza a sí misma de que debe dejarlo, como un intento de persuasión, todo lo cual nos conduce de nuevo al escenario del diálogo o la negociación.

Rubalcaba, que acaba de decir que "ETA no es imbatible" y que "vamos a ganar la batalla", tendrá primero que convencer a ZP de que eso es así. Y aconsejarle que copie punto por punto las declaraciones de Sarkozy, que fue breve y al grano: Francia no mostrará "ninguna debilidad" con los terroristas. Eso, si quieren aparentar de aquí a las generales que están en una "lucha implacable" contra ETA (López Garrido dixit), cosa –la de aparentar– que tampoco está muy clara. Continúa la duplicidad.

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