Este jueves Miguel Sanz tomará posesión como el reelegido presidente de la Comunidad Foral de Navarra, en un acto cuya nota destacada está llamada a ser la precariedad. En efecto, la posición del nuevo Gobierno no está en absoluto consolidada. No cuenta con la mayoría suficiente para sacar adelante sus proyectos o su visión de qué lugar ocupa la región en el conjunto de España. Para cada uno se verá forzado a ganarse el concurso del grupo socialista, en el entendido de que con la coalición nacional-socialista de Nafarroa Bai tiene poco que acordar.
Con el actual calendario, y en previsión de que Zapatero, contra toda lógica, agote su legislatura, Sanz no podrá convocar nuevas elecciones hasta mediado 2008, por lo que tendrá que lidiar con la situación durante casi un año, como poco. Sabe perfectamente que no cuenta con la preferencia del socialismo navarro frente a NaBai, aunque con un PSOE en plena trifulca tras el manotazo de Moncloa es difícil saber qué posición se acabará imponiendo en estas filas.
No obstante, y ante ese panorama, Miguel Sanz ya ha elegido su estrategia. Comenzó tendiendo la mano a los socialistas y ha continuado haciendo un gesto de distanciamiento del Partido Popular, al pedir grupo propio en el Congreso. Envuelto, eso sí, en palabras que hablan de fidelidad y confianza, de continuidad y pacto, y acicalado con llamadas a la urgencia de la situación y al talante. Pero es un gesto significativo. UPN alega que NaBai no puede quedar como única voz navarra en el Parlamento, argumento falaz y torticero como sólo podría salir de un político. Pues por un lado cada parlamentario, quiéralo o no, representa a todos los españoles. Y por otro hay voces navarras en el PP o el PSOE que representan a su tierra con igual legitimidad que quienes han obtenido escaño por NaBai, que por circunscribirse a aquella comunidad no obtiene un plus de representatividad de Navarra.
Si lo que quiere es sujetar a los socialistas para que no acaben desbancándole del poder una vez celebradas las elecciones generales por medio de una moción de censura, ha de saber que se encuentra en un profundo error. Sean cuales sean sus esfuerzos, los socialistas harán, en su momento, lo que le convenga a la estrategia de Rodríguez Zapatero, sea como presidente o como mero secretario general de su partido.
Por otro lado, sin la necesidad de abandonar las llamadas a los socialistas a la participación o la colaboración con el renovado gobierno conservador, Miguel Sanz debe dejar claro cuál es su visión de Navarra, cómo desea gobernarla y hacia dónde quiere dirigirla. Lejos de buscar la aprobación de los socialistas, ha de centrarse en la de quienes le votaron. Cuenta, además, con una razón de peso de pura estrategia política. Y es que mientras él se muestre firme contra el nacionalismo anexionista y en el compromiso nacional junto con el Partido Popular, obligará a los socialistas a retratarse, bien a su favor, bien hacia los social-nacionalistas. Por ese camino centraría el debate político en las contradicciones internas de los socialistas y afianzaría el apoyo de su electorado natural, al que se podría sumar una parte del que ha preferido en esta ocasión votar a los socialistas. Pero parece que este quedará como un camino por desbrozar.