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Juan Carlos Girauta

Aquellos años, estas mentiras...

Por fin perdió el juicio y se declaró amigo de la ETA. ¡Y fue justo entonces, loco y filoterrorista, cuando devino un personaje valioso para los peligrosos sujetos que gobiernan y han gobernado Cataluña!

El caso Xirinacs clama al cielo. A mediados de los setenta, el sacerdote pasó casi dos años sentado en la calle (en la calle Entenza, por más señas), frente a la cárcel Modelo de Barcelona, para exigir la amnistí­a. Estuve all­í con él, dejando correr las horas, en numerosas ocasiones. Algunos al pasar lo saludaban (los menos), otros lo insultaban (algunos más) y la mayor­a de viandantes lo ignoraban por completo. Casi todo el tiempo estuvo solo, y en d­ías especiales nunca nos juntamos con él más de cuatro personas.

A nadie debe sorprender la pasividad, la indiferencia general de la sociedad catalana en aquellos años. Quien les cuente lo contrario y pinte un cuadro de compromiso masivo con las libertades polí­ticas, miente. O no estuvo all­í por razón de edad y le han mentido sus padres, como a los vascos del poema de Juaristi. Alenté a Xirinacs porque lo creía un héroe. Hay más recuerdos agridulces.

En época de Arias Navarro, participé varias semanas, en verano y huido de casa (pues era menor) en la Marxa de la Llibertat, sonada –y ya legendaria– iniciativa para que cinco columnas recorrieran los pueblos de Cataluña exigiendo libertad, amnistí­a y estatuto. Mi columna se llamaba Abat Escarré. Cuando llegábamos a los pueblos del Maresme vistiendo nuestras camisetas ilegales (que comportaban detención y multa de cincuenta mil pesetas de la época), se organizaba un pequeño sarao de consignas y carreras con la Guardia Civil. Cierto es que la gente nos acogí­a, alojaba, alimentaba y animaba a continuar. Pero, ¿cuántas personas recorrimos realmente Cataluña a pie, jugándonos el tipo, aquel verano del 76? En mi columna éramos cinco. ¿Serán muy diferentes las otras? Lo dudo. Hipótesis: cinco columnas por cinco personas, en total veinticinco "luchadores por las libertades de Cataluña", que ese el t­ítulo con el que nos certificó para la posteridad y con su firma Ángel Colom, cerebro del cotarro. Los necios separatistas que me llaman fascista anticatalán en foros de internet o por la calle venderí­an a su madre por poder exhibir un certificado como ese, que guardo en casa por si un d­ía se me acaba el scottex.

En cuanto a Xirinacs, lo ignoraron, como decí­a, en la calle Entenza. Luego lo hicieron senador cuando tocó reinventar la historia reciente y simular que se le apreciaba mucho. Más tarde volvieron a olvidarlo y el sacerdote se tuvo que dedicar a vender sellos, literalmente. Por fin perdió el juicio y se declaró amigo de la ETA. ¡Y fue justo entonces, loco y filoterrorista, cuando devino un personaje valioso para los peligrosos sujetos que gobiernan y han gobernado Cataluña! Finalmente se ha quitado la vida, y sobre eso, naturalmente, guardaré silencio.

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