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Charles Krauthammer

Una más y estás fuera, Obama

Estos patinazos me llevan a concluir que, o bien Obama es inexplicablemente incapaz de pensar mientras está en Carolina del Sur, o bien no está listo para ser presidente en tiempo de guerra.

Para Barack Obama fue el strike dos. Y eso que la pregunta de un usuario de YouTube en el debate televisado que tuvo lugar la semana pasada en Carolina del Sur era para lucirse:

¿Estaría usted dispuesto a reunirse por separado, sin precondiciones, durante el primer año de su administración, en Washington o en cualquier otra parte, con los líderes de Irán, Siria, Venezuela, Cuba y Corea del Norte?
– Lo estaría – respondió Obama, que procedió a hundirse aún más con su explicación –. La idea de que no hablando con países extranjeros se les castiga –lo cual ha sido el principio diplomático principal de esta administración– es ridícula.

Desde David Corn, del izquierdista The Nation, hasta el super-blogger Mickey Kaus, todos dieron un grito ahogado de asombro. Para Hillary Clinton, la siguiente a quien le tocaba hablar, fue una oportunidad impagable. Empezó asegurando: “No prometeré reunirme con los líderes de estos países durante mi primer año”. Y entonces procedió a dar los motivos que cualquier estudiante de instituto podría haberle soplado a Obama: no quieres ser utilizado para su propaganda, necesitas saber sus intenciones, tales reuniones pueden empeorar la situación...

Sólo para cerciorarse de que a nadie se le escapaba cómo la curtida veterana había dejado en ridículo el desorientado novato, Clinton declaró al día siguiente al Quad-City Times de Davenport, Iowa, que el comentario de Obama fue "irresponsable y francamente ingenuo”.

Estar en el mismo escenario que el líder de la mayor potencia del mundo libre por supuesto que es un premio. Por eso los chinos consideraron una afrenta que el presidente Bush negase el año pasado al presidente Hu Jintao el tratamiento completo propio de una visita de estado. La presencia de un presidente americano es un activo valioso que debe racionarse, concediéndolo sólo a cambio de consideraciones importantes.

Por otra parte, las cumbres pueden también convertirse en una trampa si no se preparan con antelación para que tengan éxito, como la visita de Nixon a China, antes de la cual Henry Kissinger ya había negociado no sin esfuerzo la mayor parte del célebre comunicado de Shangai. No se acude a una de esas reuniones simplemente esperando que salga bien, como aprendió el marido de Hillary en la cumbre del 2000 en Camp David, donde el rechazo de Yasser Arafat a la oferta de paz de Israel provocó el oprobio mundial hacia el dirigente palestino, del que intentó escapar (con éxito, al final) poniendo en marcha la segunda intifada. Esas pueden ser las consecuencias de cumbres insuficientemente preparadas.

Puede que Obama no supiera que había cometido un error, pero su personal si fue consciente de ello. En conversaciones informales con los periodistas al acabar el debate, su consejero más cercano, David Axelrod, intentó reducir los daños asegurando que Obama había hablado de mera diplomacia y no de celebrar cumbres con los líderes de estados agresores.

Los entusiastas de Obama podrían querer amortizar esto como un resbalón aislado, Lo malo es fue la segunda vez que decía algo parecido. La primera tuvo lugar en otra ocasión en que hablaba sin guión. Durante el debate de los candidatos del 26 de abril en Carolina del Sur, Brian Williams preguntó qué tipo de cambio ordenaría Obama en la situación militar norteamericana exterior en respuesta a un hipotético ataque de al-Qaeda contra dos ciudades norteamericanas. La respuesta de Obama:

Bueno, lo primero que tendríamos que hacer es cerciorarnos de que disponemos de una respuesta de emergencia eficaz, algo que esta administración no hizo cuando sufrimos un huracán en Nueva Orleáns.

Pidiéndosele que se definiera como comandante en jefe, Obama solamente supo ser un primeros auxilios en jefe. Sorprendido con la guardia baja y sin sus consejeros, simplemente se limitó a repetir como un loro dos eslóganes: respuesta de emergencia y su corolario, el ataque de rigor a Bush por el Katrina. Cuando se le preguntó lo mismo a Hillary, ésta saltó otra vez: “Pienso que un presidente debe moverse tan rápidamente como sea prudente para tomar represalias”. Ese concepto de tomar represalias no apareció en la divagación de 200 palabras de Obama en torno al multilateralismo y la recogida de datos de Inteligencia.

Estos patinazos me llevan a concluir que, o bien Obama es inexplicablemente incapaz de pensar mientras está en Carolina del Sur, o bien no está listo para ser presidente en tiempo de guerra.

Durante las vacaciones de la historia que nos tomamos en los años 90, ser un aficionado en seguridad nacional no era un problema importante. Entre la muerte de la Unión Soviética en 1991 y los ataques terroristas de 2001, la política exterior no jugó casi ningún papel en nuestras campañas presidenciales. Pero después del 11 de Septiembre, como sucedió durante la Guerra Fría, el país exige un comandante en jefe serio. Es difícil imaginar que teniendo todas las tendencias electorales a su favor, los demócratas vayan a arriesgarlo todo nominando a un principiante para una presidencia en tiempo de guerra.

¿Querrán arriesgarse los demócratas al strike tres, otra pregunta de seguridad nacional desaprovechada, pero esta vez quizá en el último debate presidencial antes de las elecciones de 2008 en lugar de un evento a mitad de las primarias? El país podría decidir que sí, que prefiere a un republicano –digamos que al veterano del 11 de Septiembre Rudy Giuliani– en lugar de un senador novato que no es capaz de entender de forma instintiva por qué un presidente americano no comparte el honor de su cargo con un payaso malévolo como Hugo Chávez.

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