He recibido algunas críticas por mi última columna en este periódico. Quisiera referirme brevemente a una de ellas. En efecto, en mi anterior entrega, por un lado, resaltaba la actitud liberal y constitucionalista de la Iglesia católica contra la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía, que corona la reforma educativa llevada a cabo por el Gobierno en esta legislatura; pero, por otro lado, ponía en cuestión la actitud vacilante del PP a la hora de fijar un criterio claro y distinto para criticar el proyecto del PSOE de adoctrinar con la citada materia "educativa" a nuestros escolares acerca de sus afectos y valores. Me afirmo en ambas conclusiones y reitero ante mis objetores, especialmente, la actitud vacilante del PP respecto a la crítica laica –sí, sí, laica, nunca laicista– y liberal que la Iglesia católica ha hecho al proyecto del Gobierno.
Quizá la tibieza del PP, aparte de sus razones electorales e ideológicas, pueda explicarse históricamente. Pero es cierta y real. El PP no apoya con la diligencia y contundencias debidas a quienes se oponen al engendro del Gobierno. Parece que el PP tiene miedo a ser confundido con la posiciones de la Iglesia. Más aún, hallo remiso a algunos de sus líderes para seguir, o mejor, colaborar con una entidad pública como es la Iglesia católica española. Eso, sin embargo, no significa que yo desprecie muchas de las reservas y "tacticismos" del PP respecto a la Iglesia católica, como agente clave de socialización democrática, que están enfrentándose al Gobierno por la asignatura mencionada.
A pesar de todo, es comprensible que el PP no quiera hacer coincidir sus argumentos de rechazo a la asignatura con los de la Conferencia Episcopal. Es como si tuviera miedo a que lo identificaran con la Jerarquía eclesiástica. Los del PP, sí, dan rodeos y dicen que retrasarán el comienzo de esta asignatura en las comunidades que ellos gobiernan. Otros, especialmente los más posibilistas, proponen otros programas. Y, en fin, hay quien quiere sustituir el cursar la asignatura por un servicio social a la comunidad. Pero, en mi opinión, ninguna de esas "soluciones" aborda el problema de raíz. Pretende poner paños calientes a un mal mucho más grave, que es el ataque a la libertad de los individuos planificada por Zapatero y su Gobierno con ánimo de perpetuarse en el poder. Es aquí donde aparece la Iglesia, o mejor, la lucha de la Conferencia Episcopal, como institución pública, que no quiere dejarse arrebatar la Constitución del 78, que es la principal garantía de ese sistema de libertades.
En fin, pudiera ser razonable que el PP, sobre todo si tenemos en cuenta el contexto histórico español de los dos últimos siglos, no quiera ser identificado con las luchas de la Iglesia, porque en el pasado, especialmente en el siglo XIX, confundir el orden político con el religioso fue el problema más grave de la derecha española. Incluso hubo partidos que cometieron el disparate de identificarse con la Iglesia sin percatarse de que su actuación, a la par que debilitaba a la Iglesia, perdía eficacia en el orden temporal. Sin embargo, en la actual situación, el alejamiento laico y, a veces, laicista, de la derecha española respecto a la Iglesia no permite a sus líderes identificar con nitidez la lucha civil, ciudadana, que esta institución está llevando a cabo por las libertades de todos los españoles y no sólo de sus feligreses. En efecto, si el PP tuviera claro este asunto, ya habría salido a la calle, sí, junto a la Iglesia y otras asociaciones ciudadanas para defender la libertad que quiere secuestrar Rodríguez Zapatero con la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía.
Con todo, el problema para el PP persistirá, pues, aunque no salga a la calle con la Iglesia, será despreciado por ir de la mano de los obispos, que ya previamente han sido estigmatizados por el socialismo y sus intelectuales. El anticlericlericalismo en sus vertientes más salvajes, o sea, más sectarias, se enseñorea por toda la geografía española. El PP podría prestar un poco de oído a este asunto, porque, independientemente de que existan otros problemas graves en la agenda electoral de este partido, será determinante de las elecciones de 2008.