Hace cuatro meses, efectivos de la Guardia Revolucionaria iraní secuestraron a quince marineros y marines británicos en el Golfo Pérsico y les mantuvieron secuestrados durante casi dos semanas. Solamente fueron liberados después de la aparición ciudadaosamente preparada con el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, que liberó a los cautivos como "regalo al pueblo británico" y cuya "misericordia" le fue agradecida por uno de los militares.
Por este ultraje, Teherán fue recompensado profusamente. ¿Cuánto? Vamos a ver. Humilló al Gobierno británico, que declinó etiquetar la abducción de su personal como acto de guerra o tomar represalias con algo más fuerte que comunicados de prensa. Puso en evidencia la facilidad con la que puede burlar el derecho internacional y las normas civilizadas. Expuso la falta de valor de los aliados europeos de Gran Bretaña, que rechazaron la solicitud de Londres de la congelación de las exportaciones a Irán si los rehenes no eran liberados. Se aseguró la liberación de "un diplomático" iraní que estaba retenido en Irak, y se le devolvió a cinco miembros de la paramilitar Fuerza Quds de Irán, que entrena a los insurgentes para que asesinen norteamericanos, a los cuales las tropas estadounidenses habían detenido en enero en Irbil.
Un atropello recompensado es a menudo repetido, y Teherán pronto se hizo con otro grupo de rehenes. A comienzos de mayo, detuvo a cuatro ciudadanos norteamericanos de visita: Haleh Esfandiari, directora del programa de Oriente Próximo del Woodrow Wilson Center for International Scholars; Kian Tajbajsh, sociólogo del Open Society Institute radicado en Nueva York; la periodista Parnaz Azima, de Radio Farda, el equivalente persa a Radio Free Europe; y el activista pacifista Alí Shakeri, del Center for Citizen Peacebuilding de la Universidad de California en Irvine. Irán acusa a los cuatro de espionaje; todos menos Azima se encuentran confinados en la famosa cárcel de Evin en Teherán.
Bien, ¿por qué iba Teherán a complicar aún más sus relaciones con Estados Unidos, cuando ya está enfrentado a Washington por patrocinar el terrorismo internacional, financiar los escuadrones iraquíes de la muerte, inspirar odio a Estados Unidos, pedir la aniquilación de Israel, reprimir a los disidentes y buscar ilegalmente armas nucleares? Tras casi tres décadas de régimen, pese a que una de cuyas características definitorias es la criminalidad desalmada, algunas personas aún están desconcertadas cuando los mulás actúan como criminales desalmados.
"Es imposible entender cómo pueden creer los políticos iraníes que se beneficiarán del encarcelamiento de Esfandiari", aseguraba un editorial del New York Times el 12 de mayo. Pero no es ningún misterio. Teherán secuestra a occidentales porque se beneficia de ello. El secuestro de diplomáticos norteamericanos durante 444 días en 1979 cristalizó el bona fides yihadista de la dictadura de Jomeini, ayudó a marginar a sus contrincantes nacionales y demostró que se podía pegar un puñetazo en la nariz del Gran Satán impunemente. 28 años más tarde, los mulás han juzgado que el secuestro de ciudadanos norteamericanos aún rinde beneficios. Y tienen razón.
La Agencia Internacional de la Energía Atómica informa de que la capacidad de Irán para producir uranio enriquecido en grado militar se está acelerando aún más de lo que se pensaba anteriormente y Washington no reacciona con furia o alarma, sino con la súplica impaciente de más "diálogo" con Teherán. El 28 de mayo, Estados Unidos celebra sus primeras conversaciones públicas de alto nivel con Irán desde 1980, dejando que Teherán se apunte un tanto. El 18 de julio, Esfandiari y Tajbajsh fueron arrastrados ante las cámaras de televisión iraníes para hacer "confesiones de culpa" bajo coacción. ¿La respuesta estadounidense? Más conversaciones de alto nivel y no a efectos de exigir la liberación de los rehenes. "Cuando el embajador americano Ryan Crocker se siente hoy para apenas la segunda ronda de conversaciones directas norteamericano-iraníes en 27 años", informó Bloomberg el martes pasado, "habrá un tema que no estará en la agenda: el destino de los cuatro americano-iraníes que están retenidos contra su voluntad en Teherán. Los negociadores estadounidenses no quieren que los detenidos se interpongan a sus principales prioridades."
Hubo un tiempo en el que los norteamericanos secuestrados por proscritos internacionales podían esperar que su Gobierno les considerase una prioridad.
En Poder, fe y fantasía, un arrebatador relato de los 230 años de implicación de Estados Unidos en Oriente Medio, el historiador Michael Oren recuerda el secuestro en 1904 de Ion Perdicaris, un greco-americano de 64 años que vivía en Marruecos. Perdicaris fue secuestrado por hombres armados leales a Ahmed ben Mohammed al-Raisuli, un señor de la guerra bereber que exigía un enorme rescate y concesiones políticas al sultán de Marruecos. Cuando el sultán rehusó, escribe Oren, el presidente Theodore Roosevelt intentó sin éxito interesar a Gran Bretaña y Francia en una expedición conjunta para liberar a Pericardis. Sin inmutarse, Roosevelt ordenó que siete buques de guerra norteamericanos pusiesen rumbo a las costas marroquíes.
La mañana del 30 de mayo, la reluciente proa blanca del buque de guerra Brooklyn fue avistado en las costas de Tánger. Poco después, un destacamento de marines desembarcó en el puerto para proteger el consulado americano, mientras 1.200 infantes de marina adicionales se prepararon para ocupar Tánger si era necesario... Pero la maniobra era simplemente una advertencia, dado que Roosevelt dejaba claro en un telegrama al sultán: "EL PRESIDENTE DESEA QUE SE HAGA TODO LO POSIBLE PARA ASEGURAR LA LIBERACIÓN DE PERDICARIS... QUEREMOS A PERDICARIS VIVO O A RAISULI MUERTO."
Marruecos captó el mensaje. Perdicaris fue liberado.
De acuerdo, las amenazas y la diplomacia de buques de guerra no es siempre la línea de acción más inteligente. Pero como bien sabía Roosevelt, hay ocasiones en las que es mucho más eficaz que el "diálogo". Teniendo como enemigo a un Irán que secuestra norteamericanos, busca construir bombas nucleares, patrocina a terroristas, invoca el apocalipsis y está obsesionado con Estados Unidos, ¿qué haría Roosevelt?