La presencia de una nutrida colonia de hispanoamericanos altera la vida española, antaño tan plana. "La heroica ciudad dormía la siesta". Lo digo porque el ovetense, José María Navia-Osorio me cuenta algunos de sus avatares. Llega el hombre a Barajas desde Budapest:
En Barajas, pasando uno de los mil controles innecesarios y probablemente inútiles para prevenir atentados me vi interpelado por un agente de la autoridad. Me preguntaba de donde venía y le dije que de Budapest. Puso cara de póker y le aclaré, Hungría. No le solucioné porque me preguntó: "¿Es Europa?" Le contesté algo enfadado que eso tenía entendido. Y entonces me dejó pasar. Lo que me molestó es que quien me interpelaba era sudamericano (sudamericana, en realidad). Así que me encontré con que tengo que dar explicaciones a un ciudadano de otro país para moverme por un aeropuerto de España. La ignorancia geográfica me pareció similar a la que tendría cualquier estudiante de ESO; en ese sentido estaban bien integrados. Dos metros más allá otro señor con cara de indio americano (no es racismo, es que era indio, si hubiera sido rubio y de ojos azules habría dicho que tenía cara de celta) me ordenó quitarme el cinturón. Le insistí en que no me había pitado en ningún arco detector de metales pero el guardia, autoritario, me ordenó quitármelo. Así que ya ve usted quienes están permitiendo a los españoles entrar en España.
Comenté lo sucedido en un ascensor a una empleada del aeropuerto que me dijo que el proceso lo vigilaba la Guardia Civil, pero "que estaban escondidos". A la vez me dijo que ese mismo día se había descubierto una red de empleados sudamericanos en Barajas que colaban a inmigrantes ilegales. Así resulta que estamos en manos de un grupo de extranjeros que facilitan la inmigración ilegal y ponen trabas a los españoles.
Ya me preocupó saber que entre los soldados de nuestro ejército que morían en misiones internacionales había ciudadanos de países americanos. Antes a estos soldados se les llamaba mercenarios. Lo digo con todo respeto porque arriesgan su vida y algunos la pierden, pero lo hacen por un salario; no creo que lo hagan por amor a un país que no es el suyo. Puedo parecer paranoico pero no me gusta nada que ciudadanos de países acostumbrados a que un coronel dé un golpe de estado estén armados infiltrando nuestro ejército. No me tenía por xenófobo pero me temo que cada vez lo soy más.
Lamento los incidentes de Barajas, pero me parece que la culpa no la tienen los inmigrantes. Me imagino el equivalente de un asturiano empleado como vigilante en el aeropuerto de Eceiza. Si un viajero le dijera que procede de Guayaquil, no sería raro que el asturiano le preguntara si eso está en América. Tampoco encuentro raro que una parte creciente de los soldados españoles procedan de otros países. Basta recordar eso que se dice del cuadro de "Las lanzas" (la rendición de Breda). En el cuadro no aparece ningún español, fuera, quizá, del soldado identificado como el autorretrato de Velázquez. En efecto, los famosos tercios españoles de la época imperial estaban constituidos en buena parte por extranjeros.
La influencia decisiva de los inmigrantes hispanoamericanos en España (un par de millones de ellos) es la que se ejerce sobre el idioma común. Ese mestizaje del léxico va a ser definitivo. Caeremos en la cuenta de que el idioma español de España, el tradicional, es solo una variante dialectal. Por ejemplo, el "vosotros" que decimos muchos españoles (casi todos, menos los canarios y algunos andaluces) tendrá que plegarse ante la forma mayoritaria del "ustedes".
León Zeldis Mandel (Israel) me comunica que en Argentina y Uruguay se dice "buen día" mientras que en Chile se dice "buenos días". Imagino que el "buen día" del Río de la Plata se debe a la influencia italiana. La tradición española es la de pegarse al plural porque los "días" indeterminados llevan un sentido festivo: los "días" (buenos) son los que esperamos que nos dé Dios. Por eso se dice que "hay más días que longanizas". O lo que es lo mismo, el tiempo no es tan escaso como los alimentos.
Francisco González (cubano de nación) relata algunos curiosos malentendidos que se producen entre los cubanos y los españoles. Así, el armario en España es el escaparate en Cuba. Pero el escaparate de los españoles es la vidriera de los cubanos. A su vez, la vidriera en España es el vitral en Cuba. Para terminar, lo que los españoles llaman armario empotrado, los cubanos dicen llanamente clóset, un anglicismo.
José Antonio Martínez Pons, escudriñador de palabras, recoge una muy expresiva de Costa Rica: palo-piso. Es el equivalente del utensilio llamado "fregona" en España.
Lorenzo Martínez Gómez nos cuenta las divertidas situaciones que vivió en Colombia, como profesor de un curso sobre aparatos telefónicos. Por ejemplo, los aparatos con microteléfono en España se llamaban mangos, pero en Colombia esa palabreja quería decir los "penes". En la oficina del director general, la secretaria le espetó: "Doctor, ¿le provoca un tinto?". En España habrían sido menos solemnes: "Señor, ¿le apetece un café?".
Carlos Iradier me envía algunos refranes recogidos en Venezuela, "aunque parecidos a otros oídos en España":
- Zamuro no come alpiste (zamuro=buitre)
- Zapato roto o sano, más vale en el pie que en la mano
- Viniste al mundo desnudo y te vas amortajado, algo has ganado
- Sapo sin agua no canta
- Pobre, pero de buena familia
- Ni mesa sin pan ni ejército sin capitán
- Loro viejo no aprende a hablar
- Llanero cuando ve sabana, suspira
- Lo que es igual no es trampa
- El que nace barrigón ni que lo fajen chiquito
- Del apuro lo que queda es el cansancio