El fallecimiento del empresario Jesús Polanco (Madrid, 1929) tras una larga y penosa enfermedad ante la que Libertad Digital ha mantenido la discreción y el respeto debidos, justo lo contrario de lo que suelen hacer los medios de PRISA en casos semejantes, cierra una de las etapas más importantes de la historia de los medios de comunicación españoles.
Criado a los pechos de la dictadura franquista –fue miembro activo del Movimiento Nacional– y enriquecido a principios de los años 70 del pasado siglo tras un turbio asunto con el entonces subsecretario de Educación, Ricardo Díez Hochtleiner, Jesús Polanco pasará a la historia como el perfecto anti-empresario. Durante más de treinta años, este santanderino de adopción se dedicó a la recolección de prebendas del poder en aras de su único objetivo: la hegemonía y el monopolio a costa de la libre competencia y de los intereses de los consumidores. Sólo así pudo convertir sus negocios en una de las máquinas de persuasión política y social más poderosas de Europa Occidental.
Tras los cambalaches editoriales durante el franquismo, llegó la compra irregular de PRISA, empresa editora del diario El País, y la adquisición de la cadena SER, que disfrutó de la generosidad concesionaria de los gobiernos de Felipe González, perpetuada después por ejecutivos autonómicos y municipales de todo signo, incluidos no pocos del PP. Entre los desmanes cometidos por el entramado PRISA-PSOE, conocido popularmente como PRISOE, destacan el ilegal antenicidio, cuyos efectos José Luis Rodríguez Zapatero ha diluido con la consiguiente reforma legal, la también ilícita alianza con Telefónica para conseguir el monopolio de la televisión de pago en España, conseguida al final pero frustrada por la aparición de nuevas plataformas audiovisuales –ni siquiera la teocracia iraní ha conseguido vencer al progreso– y el llamado Pacto de Nochebuena de 1996, un antecedente mediático del tristemente célebre Pacto del Tinell.
Sin embargo, a pesar de los favores recibidos, y que en los últimos tiempos incluyen la rebaja del IVA para sus productos y la concesión de un canal de televisión en abierto a fin de reflotar la moribunda Sogecable, el mastodóntico, esclerotizado e ineficaz entramado polanquista se encuentra en una fase de declive que debería preocupar a los accionistas y trabajadores de las empresas del imperio. Además de los alarmantes números rojos de la rama televisiva de Sogecable, un secreto a voces, Santillana, la editorial que Polanco fundara en 1958, pasa por apuros a pesar de la gestión independiente de Isabel Polanco, enfrentada a los tiburones que nadan en las aguas revueltas de la editorial y a otros obstáculos imposibles de superar.
Una gigantesca nave a la deriva económica que pasa a manos de su hijo Ignacio Polanco Moreno, quien cuenta con un nutrido grupo de amistades peligrosas, entre ellas el ex franquista Juan Luis Cebrián, el socialista Felipe González y el "empresario progresista" mexicano Carlos Slim. Todo indica que la política de compadreo y chantaje seguida por Polanco, en la que no han faltado el asesinato moral, la persecución –recordemos el caso Gómez de Liaño– la insidia y el guerracivilismo –curioso cambio de bando el de algunos antiguos fascistas– será perpetuada por su heredero. Lo extraño sería que PRISA-Sogecable-Santillana-etc... se sometieran a la racionalidad empresarial, pues esto conllevaría el cierre o la venta de algunas de las líneas de negocio del grupo. De todas formas, no nos sorprendería que los nuevos gestores se las ingeniaran para deshacerse de alguna de las extremidades gangrenosas del paquidermo, previo saneamiento sufragado por el contribuyente y arreglo con alguno de los clientes de la empresa de mediación de González. Como acertadamente afirmó Platón, uno de los más ilustres enemigos de la libertad, "el comienzo vale la mitad de la batalla".
No obstante lo anterior, nada vendría mejor a la maltrecha salud de la democracia española que un golpe de timón en PRISA. Mientras tanto, descanse en paz quien dicen fue un buen padre y un generoso pagador de favores, alguien que prefirió el poder a la probidad y el contubernio a la decencia y que en no pocas ocasiones fue la encarnación de los peores vicios de una España negra y caduca que se resiste a desaparecer.