No sé si es posible, quizás incluso sí, fiarse de alguien que da la mano sin mirar a su saludado, atravesado, al soslayo, como pasando con la derecha un frío pulpo de contrabando por debajo de la manga izquierda. Así es Rodrigo Rato, el cincomesino ex responsable del Fondo Monetario Internacional, organismo del que ha pegado la espantá. O, al menos, así era cuando trabajaba de vicepresidente de Aznar.
Se le nota demasiado a Rato que no tiene excesivo interés, ni siquiera el protocolario, por los demás seres humanos, al menos los que no le incumben, lo que no tiene por qué ser necesariamente malo. Zapatero proclama a quien le quiere oír un interés desmesurado por hacernos felices aunque no queramos, lo que sí es necesariamente malo. Rato es de quien se acordarán todos cuando estemos en medio del desastre económico que ya apunta, con las promotoras del ladrillo valorando el regalar chalés con el periódico del domingo.
Lo tiene todo, Rato, para llevar a la derecha al triunfo absoluto: incluso tiene un mucho mejor nudo de la corbata que Gallardón, que de todas formas ya ha abandonado por ventura aquellos huesos de aceituna que se anudaba bajo el galillo. Lo que no estoy muy seguro es de si con Rato en la presidencia del Gobierno habría ganado la derecha, al menos la que se presenta bajo la gaviota.
Insisto en que no sé si la gente bien, de los que han visto pasar dinero (se lo queden o no, resulta indiferente), son los más indicados para mantener los valores y principios de sus bases electorales cuando llega al poder absoluto. No las tengo todas conmigo con relación a los tipos de apellidos (y lo dice alguien con apellido) en cuanto les dejan hacer algo. Como poco, me fío lo mismo que de la gran banca, aquellos compañeros de viaje de Felipe González.
Rato, además, parte de unos antecedentes del todo sospechosos. ¿Cuál fue el verdadero alcance de su papel protagónico en aquella situación mediática aznariana que al poco desembocó en lo que con acierto se le llama "invierno"? Rajoy ha alertado de lo que se le avecina con las televisiones antes de las Generales. El mismo Rajoy que, al poco de perder un poder que le estaba destinado, me dijo que el desastre mediático, y no sólo el digital, se debió a que dependía de tres personas, ninguna de las cuales quiso dejar de tener carné de demócrata homologado por los que lo expenden oficiosamente. Una de aquellas personas que Rajoy no me citó expresamente era y es Rodrigo Rato, quien me temo que no sólo tuvo un papel fundamental en lo de las televisiones.
¿Habrá reflexionado sobre lo que propició el actual y abrumador dominio mediático durante sus tres años de retiro tiberiano en Capri, queremos decir en Washington? No parece muy arrepentido. De momento ya ha ido a confesarse a los que también confiesana divinissegún su desleal saber y entender... Pero quién sabe. Hay tanta inteligencia ahí que hasta es posible que haya entendido cuáles son los principios.