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Francisco Cabrillo

La economía de los implacables

Esta es exactamente la posición en la que hoy se encuentra el Gobierno español. Y los de la ETA tienen buenas cartas en la mano.

Ha afirmado Rodríguez Zapatero que, de ahora en adelante, será implacable con el terrorismo de ETA. Tal actitud hay que verla con bastante escepticismo, dado lo ocurrido hasta ahora. Pero supongamos que la posición del presidente del Gobierno es sincera y que realmente quiere derrotar a la ETA. La pregunta que hay que plantearse entonces es: ¿lo creen también los terroristas? Y la verdad es que, si nos pusiéramos en el lugar de éstos, tendríamos que contestar que no.

Como economista me interesan muchos los comportamientos estratégicos que se modelan mediante teoría de juegos. Y aquí tenemos un buen ejemplo de juego repetido, en el que la reputación desempeña un papel fundamental. Para ser creído cuando se plantea al adversario una estrategia agresiva –¡seré implacable!, por ejemplo– sólo se puede aspirar a tener éxito y a que se eche atrás el contrario si éste ha llegado al convencimiento de que la amenaza es creíble. Y para ello es preciso que, en casos similares ocurridos con anterioridad, quien formula las amenazas las haya llevado a la práctica; y si tales antecedentes no existieran, se ponga de manifiesto una actitud de no ceder en ninguna circunstancia. Y mucho me temo que no es éste el caso de Zapatero.

Los antecedentes son claros. El actual Gobierno ha cedido muchas veces al chantaje de la ETA y no hay razón alguna para pensar que no vaya a hacer lo mismo ahora. Siguiendo con nuestro análisis de teoría de juegos, podríamos interpretar las negociaciones del Gobierno y los terroristas en términos de un juego repetido en el que las partes, para continuar el proceso, tienen que mostrar un mínimo de comportamiento cooperativo. Es lo que se denomina la estrategia del "tit for tat" o del "toma y daca". Si cada una de las partes se han comprometido a hacer ciertas cesiones a la otra –por ejemplo, la ETA no asesina y el Gobierno pone en la calle a algunos presos o legaliza a los representantes políticos de los terroristas– el juego funciona mientras ninguna de las dos partes incumpla su palabra. En caso contrario, si alguien viola el acuerdo, la estrategia de la otra parte será romper la cooperación. Pero ¿qué ocurre si el jugador X incumple y el jugador B no reacciona? O, en otras palabras, ¿qué ocurre en nuestro modelo si el jugador "ETA" viola los acuerdos (extendiendo la lucha callejera, extorsionando a empresarios y dinamitando el aparcamiento de un aeropuerto) y el jugador "Gobierno" hace como que no pasa nada y continúa con su estrategia de cooperación (excarcelando presos y permitiendo que la ETA se presente a las elecciones municipales)? La respuesta es bastante sencilla: el jugador "Gobierno" carece de credibilidad cuando promete adoptar medidas de represalia.

Es importante recordar que, en contra de las reglas de comportamiento racional, quien ha roto la negociación no ha sido el jugador engañado, sino el que ha faltado a sus compromisos. Quien ha acabado con la tregua ha sido ETA; o, al menos quien formalmente dice que lo ha hecho, ya que, en realidad, la violencia nunca desapareció. El Gobierno ha reaccionado tarde y ha quedado, por tanto, en una posición muy débil. Dada su reputación de falta de firmeza, ¿qué haría si, pasado algún tiempo, ETA ofreciera una nueva tregua y prometiera, por ejemplo, no matar a nadie hasta que se celebren las próximas elecciones generales? Es muy probable que este Gobierno volviera a aceptar una negociación y, si ETA de nuevo rompiera los acuerdos, hiciera otra vez como que no había pasado nada... hasta que ETA, de nuevo, etc., etc...

No es una exageración. Esta es exactamente la posición en la que hoy se encuentra el Gobierno español. Y los de la ETA tienen buenas cartas en la mano.

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