La profusa información de Luis Aizpeolea en El País confirma que Rodríguez y los suyos violaron repetidamente, con premeditación y alevosía, el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. He ahí la ristra de contactos socialistas con ETA-Batasuna, celebrados en circunstancias y momentos muy comprometidos. Como por ejemplo el año 2002, o justo antes de las generales de 2004, o inmediatamente después del atentado de Barajas.
El Gobierno siempre ha negado tales roces y coyundas cuando algo raro saltaba a los papeles. Negaban indignados Rodríguez y María Teresa Etcétera. Negaban Rubalcaba y Blanco. Esperamos pues un rotundo desmentido a El País. Los anteriores solían ir acompañados de este estúpido recurso: ¡Dan ustedes más crédito a la ETA que al Gobierno! Añadan ahora el mismo reproche.
¿Sabía El País antes de la ruptura de la tregua lo que ahora publica, o la información ha llegado a sus manos con posterioridad? Lo segundo les convertiría en el medio de comunicación más lento de España, posibilidad inconcebible. ¿Por qué no lo contaron antes? ¿Por qué dejaron que el Gobierno desmintiera a otros medios? No vaya a ser que El País administre las informaciones de acuerdo con conveniencias estrictamente políticas y ajenas al periodismo, podría pensar un izquierdista ingenuo. Más que ingenuo, lerdo y desmemoriado, pues eso es justo lo que el diario de Polanco hizo con el GAL, con los incontables casos de corrupción felipista y con el 11-13 M.
Esta "administración política" de la información es comprensible en un diario de partido. Mundo Obrero y tal. Sólo que El País no es el diario del PSOE: el PSOE es el partido de El País. Por eso lo actual tiene toda la pinta de una sentencia condenatoria... contra Rodríguez. Tras el resultado de las municipales, la debacle autonómica madrileña y el abrupto fin de la falsa tregua, habrían comprendido que el presidente está acabado.
Un trazo tragicómico puede aún cerrar la obra. Cuando a Rodríguez lo dan por amortizado sus mentores, el PP es capaz de ponerse blandito y dejarse hacer otro abrazo del oso en La Moncloa. Ojalá no sea así, pero la experiencia apunta a la inminente colaboración de Rajoy a un lavado de imagen: la del sujeto que ha tratado de expulsar al PP del sistema. Si don Mariano cae en la trampa, la traición progre y nacionalista del apaciguamiento quedará como un "error" de la clase política toda. Sin distingos.