Durante la década de los noventa en Cataluña, los medios de comunicación inventaron la mentira esa de que la política catalana era un oasis. Era la época de la crispación y del escándalo diario del Gobierno de Felipe González. En pleno apogeo de Grand Tibidabo, de empresarios modelo en la Modelo, de Pascuales Estevill y otras criaturas turísticas, Cataluña, diferente al resto de España, se presentaba como un lugar en que la política estaba guiada por el diálogo, el pacto, las buenas formas en el proceder de sus políticos y la ausencia de corrupción. Por supuesto, el famoso oasis de Pujol no era más que una forma de controlar a los medios de comunicación para que no dijeran ni pío de aquello sobre lo que don Jordi no quería que se hablara. Gran estadista y Español del año según ABC, como recuerda Arcadi Espada.
En realidad, el asunto del 3% fue parte del oasis: en Barcelona se hundió un barrio entero bajo la sospecha de corrupción institucionalizada y un periódico de Cataluña, subvencionado por la Generalitat, titulaba en portada "El Windsor en llamas". El oasis es la tapadera o, por lo menos, lo fue durante muchos años. Es, por resumir, el CAC.
Con el paso de los años, semejante patraña ya no se la creía nadie, hasta que la semana pasada el señor Lara dijo que el oasis vuelve. Lo dijo en unas jornadas del Círculo de Economía de Cataluña, en las que se dedicó a hacerle la pelota a Montilla.
El señor Lara también manifestó su deseo de que, desaparecido un "tema caliente" como el del Estatut, ahora éste, o mejor dicho eso, se desarrolle lo más rápido posible. Habría que recordarle que la necesidad de reformar el Estatuto catalán fue una invención de los políticos a la que los ciudadanos dieron la espalda. Fue un problema creado, entre otros, por irresponsables como el propio Lara que engañaron a la gente haciéndoles creer que un nuevo Estatuto haría de Cataluña la Suiza de este lado de los Pirineos. Supongo que recordarán el famoso manifiesto a favor de un nuevo Estatut, firmado por grandes y respetables empresarios catalanes a ruego de Maragall y, seguramente, a cambio de algo. Nno se les puede negar su valentía y habilidad innata para estar siempre con el que manda, se llame Pujol, Maragall o Montilla.
Lara ha expresado su confianza en el nuevo tripartit de Montilla, un Gobierno que gobierna, por lo bien que está gastando el dinero en las selecciones catalanas y en crear embajadillas por todo el mundo. También está encantado con el viaje de Carod a la India y la publicación de un diccionario sánscrito-catalán que está alimentando a muchas bocas, aunque no precisamente en Calcuta.
Es vergonzoso que no se haya oído ni el más leve reproche. El señor Lara nos tendrá que explicar si el asunto de las multas lingüísticas le parece ejemplo de lo bien que gobierna Montilla. También debe estar muy contento por el hecho que la mitad de los que pueden votar en Cataluña se queden en casita. No podemos hacer como si esas cosas no pasaran, que es lo que siempre se ha hecho.
El señor Lara es muy libre de vivir feliz con el tripartit de Montilla y de decirlo, pero me da la sensación que no vive en un oasis, sino directamente en otro planeta.