De aquí y de allá, son soldados de España los que han muerto en el Líbano. En la guerra. Honor a ellos, y para el gobierno vergüenza amarilla, como el distintivo con el que Rodríguez hurta a los muertos su última verdad.
El ejército no es lo que diga Rodríguez, ni andan nuestros soldados por el mundo bajo el espíritu de la estupidez armada que fundó este gobierno rosa y formuló el ex ministro de Defensa con hiriente nitidez: prefiero que me maten a matar. Quien así piense que se haga misionero, que se haga Hare Krishna, que se haga un tatuaje, que se haga escudo humano, pero no ministro de la Guerra.
Si quieres la paz, prepara la demagogia, piensan ellos. Y mucha es la que hace falta para combinar una presencia exterior de millares de uniformados en los puntos más calientes del planeta con aquella traición iraquí. ¡Qué huida memorable! Con llamada a la deserción incluida, por si otro “aliado” se sumaba. Una cara felonía presidencial destinada a exprimir hasta la última gota el limón del sectarismo anti PP, presentado como asesino de niños.
Pagamos ahora el precio de no existir internacionalmente. Las muertes de nuestros soldados en otros frentes –que son el mismo frente que el de Irak, el de la libertad frente al terrorismo internacional de los estados canallas– son inservibles políticamente. Sólo queda la compensación moral: la vida por una causa justa. Y hasta eso les niega el presidente: distintivo amarillo. Él dice que no hay guerra mientras el Líbano conceda a los mismos soldados caídos la Cruz… de la Guerra.
Sí, la Cruz de la Guerra. No la media luna de la alianza de civilizaciones, ni la media insignia del pacifista progre, ni el medio adhesivo de Pilar Bardem, ni las medias tintas, ni las medias verdades. La Guerra existe, Rodríguez, y España ha aportado miles de efectivos.
El problema de enviar a los tuyos a la guerra y presentarlo como unas vacaciones oenegeras es que te engañas y crees que no necesitan tanta protección. Lo que ha pasado ya le fue advertido al estadista de todo a cien. Luego llegan los ataúdes y sólo sabe seguir mintiendo: distintivo amarillo, lo que significa que no hubo “hecho de armas”. Qué va, hombre. Se murieron por casualidad, sin armas de por medio. Se murieron de solidaridad. Sácales la tarjeta amarilla, por morirse. Tú sí que estás amarillo.
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