Afortunadamente la muerte de nuestros soldados en el exterior no se ha convertido en una rutina. Afortunadamente el país se conmueve, agradece y muestra que es uno. Afortunadamente no hay demandas de que salgamos corriendo como las ratas. Ese es el tipo de reacción que quisiéramos ver en las alturas, con “sentido de estado” y más aún de nación, por todas las partes. Esas son las posturas de las que quisiéramos congratularnos, la unidad que desearíamos ver restablecida. Si un magnánimo silencio cambiara las cosas, valdría la pena. Pero desgraciada, muy desgraciadamente, no hay tal.
Para el Gobierno se trata de mantenella y no enmendalla. De seguir ordeñando Irak, donde los mismos que hacen lo mismo en cantidades genocidas, resultan ser heroicos insurgentes, mientras que los que hacen lo que nuestros soldados, con igual respaldo de resoluciones onusinas, son ocupantes merecedores de todas las bombas que los matan. De seguir, igualmente, ordeñando nuestro atentado, inducido mediante la promesa de retirar las tropas si se alcanzaba el poder. O es posible que a Zapatero, convencido de que nuestra presencia en Diawaniya nos ponía en el punto de mira de los terroristas de allí y aquí, no se le ocurriera pensar que la promesa de retirada era una invitación a golpear, a nosotros en primera instancia y a otros tras su victoria, para ver si se comportaban con la misma cobardía. Otra vez los melifluos y oportunistas cantos a la paz y la perversa desvirtuación del significado de las Fuerzas Armadas.
¡Qué bueno sería no tener que decirlo y dejar que se explaye el “sentido de estado”! Pero no cuando toda ocasión es buena, ésta tanto como otra cualquier, para ocultar, simular, manipular. El jefe de la oposición -¡cuánto les molesta!- está obligado a no dejarla pasar como si aquí no hubiera sucedido nada. A pedir que se llame al pan pan y a la guerra guerra. Muchos son los que están dispuestos a propagarla por el mundo y frente a ellos lo único que cabe es infringirles derrota, término que las vísceras de Zapatero consideran conceptualmente antagónico al de terrorismo. No casan. Si otra cosa fueran las “misiones de paz” no enviaríamos a militares, sino a profesores de Educación para la Ciudadanía y asistentes sociales. La realidad que esas misiones siguen respondiendo al lema de “si vis pacem…”
Nuestros soldados, a Dios gracias, no necesitan hipérbole, que siempre encubre adulación, sino verdad. Que no se enmascare su oficio, del que pueden sentirse plenamente orgullosos, y todos nosotros con ellos. Precisamente porque de lo que andan necesitados es de verdad, puede decirse sin ningún desdoro para los muertos que los que siguen vivos son igual de héroes, puesto que asumen los mismos riesgos. O sencillamente, que son, ellas y ellos, muchachos valientes y generosos, dispuestos a correr peligros en misiones esforzadas detrás de las cuales están la protección de inocentes y en último término la seguridad de España. También el prestigio nacional y el de las Fuerzas Armadas. Y tienen derecho a sentirse arropados por el aprecio de todos los españoles y la verdad que se espera de los gobernantes.
Pero en un alarde de “sentido de banda” el Sr Blanco, navajero mayor del reino, acusa a Rajoy de falta de “sentido de estado”, que por lo que se ve debe consistir en comulgar con ruedas de molino y no carraspear. Para don Pepiño el papel de la oposición debería ser veilas vir, deixalas pasar, e si mexan por ti decir que chove. De lo último, entusiasta e infatigablemente, se encarga él.