Sarkozy tendrá mañana la deferencia de desplazarse a Madrid para notificarle a Zapatero que la Constitución Europea ha muerto. Resulta peculiar que haya de ser un descendiente de judíos sefardíes, aunque bautizado católico, el que venga a recordarle a ZP que los últimos serán los primeros. Dado que íbamos a ser los primeros en Europa, está claro el papel que nos está reservado. Eso sí, durante un tiempo fuimos los únicos en votar que sí al Tratado Constitucional al son de Los del Río. Luego, se unió a nosotros Luxemburgo, por los pelos. ¿Y ahora? A esperar qué decide "el corazón de Europa".
El rechazo por referéndum en mayo de 2005 del engendro burocrático giscardiano por dos de los fundadores de la Unión había liquidado la Constitución. Lo cierto es que no se había dado nadie por enterado, al menos en Moncloa, pero la primavera del no en Holanda y Francia hacía imposible la entrada en vigor del "Tratado por el que se establece una Constitución para Europa". Estas dos naciones, no discutidas ni discutibles, han obligado a sus mandatarios a trabajar para lograr un texto más acorde a sus intereses. Mientras tanto, nosotros nos hemos estado refrescando a lingotazos de Referéndum Plus y parece que la nueva ponderación del voto –aspecto más negativo para España– no se va a revisar. Vaya. ¿Otro traguito?
El caso es que los Países Bajos no quieren ni oír hablar del nombre mismo de Constitución, consideran suficientes las reformas institucionales y reclaman que se prescinda de la lista de derechos fundamentales. El lobby euro-entusiasta, una parte del Parlamento europeo, recibió al primer ministro Balkenende con una banderita europea a media asta, agradando sobremanera al 63% de holandeses que dieron su voto negativo al texto, pero que hablan dos o tres idiomas de la Unión y viajan constantemente por ella. Un gran ejemplo de civismo democrático cosmopolita. Pero qué ingenio, qué gracia, qué inventiva que tienen estos chicos.
Sarkozy, entre jogging y jogging, ha convencido en una semanita o así a Merkel, Barroso y Prodi de la necesidad de un mini-tratado. Ha hecho concesiones, claro; ahora se llama tratado simplificado. Y es que al parecer lo de mini resulta peyorativo. Al pequeño Nicolas, petit français au sang mêlé, no le debió hacer mucha gracia la observación, pero resulta que en Bruselas el tamaño sí importa.
En definitiva, el corazón de Europa, que ahora bombea a menos de 5 minutos por kilómetro, ha decidido que hay que "salir del bloqueo constitucional". Para ello, el mínimo que habrá que incluir en el texto, y probablemente el máximo, será: presidencia estable, reducción del veto, mayoría de población y países en lugar de ponderación de voto. Poco más. Para no molestar al Reino Unido se eliminará el ministro de Exteriores de la Unión. Lo sentimos, señor Solana, ya está usted libre para sustituir a Sebastián. A británicos y holandeses les inquieta igualmente la lista de derechos, que en los países que los respetan de verdad conlleva confusión respecto a su aplicación correcta.
Así, para la cumbre del 21 y 22 de junio se habrán logrado los acuerdos sustanciales que llevarán a la elaboración de un texto. Una vez hecho esto se podrá empezar a ratificar en el 2008 y recoger la cosecha coincidiendo con la presidencia francesa en el segundo semestre de ese año.