Dentro de una situación general de empate técnico en votos entre el PP y el PSOE, el primero ha llevado la peor parte, con diferencia. Los socialistas mantienen sus feudos, mientras que el PP retrocede en Navarra y Baleares y probablemente perderá ambos gobiernos, con la peores consecuencias, sobre todo en Navarra, donde se van a jugar muchas cosas próximamente. Añádanse los malos resultados en las Vascongadas y en Galicia y tenemos una situación general de derrota, no compensada, ni mucho menos, por el reforzamiento de sus mayorías en Madrid, Valencia y otras comunidades. Simplemente el PP no ha sido capaz de arrebatar votos a la Infame Alianza, pese a la demagogia tosca y la multitud de errores y desafueros de esta. Por el contrario, ha perdido, y ampliamente, capacidad de gobierno. Tal como está el panorama, puede esperar a ganar por una ligera mayoría las generales, mayoría que tampoco le permitiría gobernar. Y si llegara a gobernar le harían la vida imposible.
El PSOE tampoco sale bien parado ante el crecimiento de grupos separatistas y radicales de izquierda, mas para él es un problema menor, hoy por hoy, ya que su estrategia se basa precisamente en la alianza con esos grupos para aislar y neutralizar al PP, único y poco peligroso enemigo que tiene, de momento, por la derecha.
Pero las claves principales son otras dos: el triunfo en toda regla del terrorismo, el triunfo de las pistolas, las bombas y el chantaje gracias a la colaboración del Gobierno con los asesinos; y la abstención. De la primera nada nuevo hay que decir. La segunda merece mayor atención: ¿cómo puede haber disminuido el número de votantes cuando para todos resulta claro que se trataba de mucho más que unas simples elecciones municipales y autonómicas? En pleno proceso de descomposición de la Constitución y la unidad de España, una gran masa de gente, mucho mayor que la de votantes de cualquier partido, simplemente se ha desentendido. ¿Hemos llegado a tal grado de desmoralización social que la democracia y la integridad de España importan un bledo a tanta gente?
A mi juicio se trata de otra cosa. Aquellos a quienes no interesan la libertad o la unidad de España sí han votado, y lo han hecho precisamente a los partidos anticonstitucionales y antiespañoles. Este tipo de cosas no es nuevo en la historia: en España ocurrió bajo el Frente Popular y en Alemania con el nacionalsocialismo, por poner dos ejemplos clásicos. La abstención responde, con más probabilidad, a la falta de confianza de millones de personas en los partidos actuales, defiendan lo que defiendan; o, mejor dicho, digan defender lo que digan defender. Como venía a decir Cambó de otra situación parecida, la gente perdía el respeto a unos políticos y partidos que evidentemente no eran respetables. Un gran sector de la ciudadanía no se siente representada en ningún partido. Porque, en efecto, no lo está. Y otro amplio sector se engaña a sí mismo creyendo que aquellos a quienes vota le representan.
Pero, de momento, no surge ninguna alternativa. Y, de momento también, quien ha perdido fundamentalmente en estas elecciones es la Constitución o, en otras palabras, la democracia española.