El 7 de junio de 1968 cometieron justamente allí el primer asesinato reivindicado por la ETA en toda su historia criminal. Aquel día, el coche en el que viajaban dos de los primeros miembros de la banda, Txabi Etxebarrieta e Iñaki Sarasketa, fue detenido por la Guardia Civil de Tráfico en un control de carretera rutinario. Tras atender al alto, Etxebarrieta descendió del vehículo y, sin mediar palabra, disparó por la espalda al guardia civil José Pardines Arcay. Después, con el agente agonizando sobre la calzada, lo remataría de un tiro en la nuca. Ocurrió precisamente ahí, en Aduna. El primer municipio vasco en el que, gracias a la demolición del Pacto Antiterrorista, de la Ley de Partidos y de la decencia del Estado por parte del Príncipe de la Paz Universal, los asesinos volverán a gobernar las vidas y haciendas de los asesinables.
Así, mientras escribo estas líneas apresuradas, aún no se sabe quién habrá perdido estas elecciones municipales y autonómicas. Pero lo que resulta ya indiscutible es quién las ha ganado. Porque las ha ganado la ETA. Y por goleada. Desde hoy, gracias a ZP, las cartas de extorsión a los empresarios vascos y navarros de nuevo se redactarán en papel timbrado de curso oficial. Igual que desde hoy muchos militantes del PSOE y del PP del País Vasco estarán llamados a redoblar su vieja angustia cotidiana. Porque, desde hoy, gracias a ZP, mientras inspeccionen los bajos del coche antes de ponerlo en marcha, habrán también de vigilar de reojo por si merodea algún guardia urbano en las cercanías.
Serénese, pues, el fiscal Pumpido. Que, al fin, podrá liberarse de esa triste pena por si hemos ido demasiado lejos que lo atormentaba desde hace dos semanas. No sufra más el valido. Él y su señor han ido hasta el mismo borde del precipicio. Mas descuide Su Excelencia: el siguiente paso le tocará darlo a algún ciudadano anónimo e insignificante, cualquier José Pardines sin importancia.
Por lo demás, desde hoy, pierda quien pierda en Navarra, la legislatura ha terminado. Y el adelanto de la convocatoria de elecciones generales resultará inevitable. Lo será –inevitable– si UPN y CDN consiguieran imponerse a esa Santa Alianza de los Cien Mil Hijos de Sabino Arana con que sueña el Partido Socialista. Porque, en ese escenario, a Zapatero y Eguiguren ya no les quedaría en la manga ningún otro principio irrenunciable que vender a los carniceros en sus tertulias quincenales de la taberna El Proceso. Y si los derrotados resultasen ser los constitucionalistas, igual de fatal resultará. Y es que alargar durante casi un año el desgaste político de la traición navarra supondría un coste insostenible para Ferraz. Pase lo que pase en Pamplona, tendrán que disolver las Cortes cuanto antes. Es decir, ya.
Hoy, la ETA ha vencido en la batalla. Apenas transcurra el verano –no más tarde– sabremos si también va a ganar la guerra.