Esta campaña electoral, la primera celebrada bajo los auspicios del nuevo régimen en vías de instauración por Rodríguez Zapatero, empieza como acabó: con violencia. Esa ha sido su principal característica.
No hablo del desgarro demagógico o de los excesos retóricos ni de los apuntes de zarpazos de un Miguel ¿qué? desquiciado en su debate televisivo. Hablo de la violencia como un fenómeno común, instalado en las costumbres políticas y sociales de la sociedad española, aceptada por muchos medios de comunicación y buena parte de los españoles, además de tolerada, cuando no fomentada, desde el partido que gobierna España y por el propio Gobierno.
La violencia ha venido, primero, de los etarras, los amigos y protegidos del Gobierno socialista que gracias a él se están imponiendo en el País Vasco. Según los cálculos del Foro Ermua, hasta 64 actos de terrorismo callejero llevamos en el mes de mayo. A tanto han llegado los socialistas que incluso atenúan los actos terroristas sufridos por sus propios compañeros, como ha ocurrido con el perpetrado contra un candidato del PSE en Zarauz.
La violencia ha venido también desde el propio Gobierno y las instituciones, que han forzado todos los resortes con tal de legalizar el terrorismo con ANV, el partido de la esvástica. Conversaciones, peticiones, complicidades... Este Gobierno ha dado carta de naturaleza legal a la violencia política en España. Será su principal legado.
Por si todo esto fuera poco, la violencia la ha ejercido, siguiendo la pauta establecida desde 2002, el propio PSOE. Ni el PSOE ni el Gobierno han condenado los actos vandálicos contra sedes y candidatos del PP. Los han jaleado, como demostró la alusión mussoliniana, zafia y chulesca, como corresponde al personaje, hecha por el ministro (¡de Justicia!) Bermejo. Para fin de campaña, nos tienen reservados los infames "botellones", recuerdo de lo ocurrido el 14-M. Parecen estar buscando un herido, ya que no un muerto, que echarle en cara al PP.
Nadie se debe llamar a engaño sobre lo que se está jugando en estas elecciones. No son unas elecciones normales. Los españoles estamos optando por dos caminos: la democracia parlamentaria y liberal o un nuevo régimen, liderado por etarras y socialistas. En cuanto a los métodos utilizados para llegar al poder, tienen un antecedente. Se llama nacional-socialismo. No nos gustará, pero es lo que nos ha tocado.