Uno de los principales requisitos de la democracia es la libertad de competir en busca de apoyo político. Por tanto, difícilmente puede considerarse democrático a un Gobierno que no garantice este derecho, o que incluso fomente, de forma directa o indirecta, a aquellos cuyo objetivo es acabar con la libertad de asociación, expresión y voto ajenos. La salvaguarda de los derechos políticos individuales en un marco pacífico es una de esas líneas rojas que ningún gobernante debería sobrepasar.
Sin embargo, igual que el delincuente pierde sus derechos cuando decide atentar contra los de los demás, el que se dedica a la amenaza y al amedrentamiento, o aquel que se sitúa fuera de cualquier forma de sociedad civil, no debe ser legitimado y menos aún asistido por la autoridad, sino reprimido en aras de la libertad y la convivencia pacífica. De no ser así, el responsable político de que una banda armada pueda aterrorizar a los pacíficos rompe de forma unilateral el pacto sobre el que se sustenta la autoridad legítima: la protección de la vida y la propiedad a cambio de la sujeción a ciertas normas de conducta que limiten al mínimo el juego libre entre los miembros de una sociedad.
Por desgracia, el desarrollo de la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas del 27 de Mayo no hace sino evidenciar el grave deterioro institucional en el que el Partido Socialista y sus socios están sumiendo a la sociedad española. En el libro VIII de La República, Platón describe los medios de que se sirve el déspota para apelar al pueblo, aislarse, eliminar a sus rivales y levantar su poder personal. El aspirante a tirano suele recurrir a la utilización torcida de las palabras y a la excitación a la plebe para que realice actos violentos, que luego justifica culpando a las víctimas de haber provocado su propia desgracia. Es el "algo habrán hecho" de los llamados años de plomo del terrorismo de ETA, una etapa que muchos creían felizmente superada y que ahora regresa ante la cómplice indiferencia de Rodríguez Zapatero y de los que dentro y fuera de su partido han decidido prestarle su apoyo.
No sólo consiente el Gobierno que en el País Vasco los totalitarios se dediquen a amenazar a los que legítimamente intentan recabar el apoyo de la ciudadanía para su proyecto político. Además de esto, y ante la reaparición de los brotes de violencia y coacción en otras partes del territorio nacional, y tal y como sucedió en las elecciones de 2003 y 2004, la izquierda insiste en achacar de forma falaz y torticera al Partido Popular la comisión de supuestos crímenes en Irak y en exigir un acto de contrición. El insidioso mensaje de Zapatero es claro: dados los delitos del PP y la supremacía moral de la izquierda, cualquiera puede tomarse la justicia (sic) por su mano y, por ejemplo, agredir, asaltar propiedades, o incluso pedir a ETA que acabe con la vida del competidor político. Unos actos que en cualquier democracia consolidada serían objeto de censura general y persecución por parte de las autoridades, pero que aquí algunos silencian y otros incluso justifican.
Más allá de mentiras y campañas de desprestigio personal, vicios de la democracia populista que a menudo se resuelven con el duro castigo electoral y el fin de la carrera de quienes los promueven, el comportamiento del Gobierno del PSOE y de sus aliados es claramente pernicioso para el interés público. La conducta de Rodríguez Zapatero y sus subalternos, de quienes parafraseando a Walter Lipmann podríamos decir que fomentan visiones confusas, pensamientos irracionales y actuaciones malevolentes, merece la movilización civil y pacífica de todos aquellos que quieran legar a los generaciones futuras un país más libre.
La ocasión para expresar este deseo no es otra que las elecciones del próximo domingo, en las que los españoles nos pronunciarnos sobre asuntos que trascienden el desempeño de un político local. Cualquier intento de atajar el actual proceso de degeneración política pasa necesaria y racionalmente por apartar del poder a sus responsables, una etapa que comienza el próximo 27 de mayo.
Como dijo la mujer sabia, "no pienses en lo feliz que serías si tuvieras todas esas cosas que no tienes. Piensa qué sería de ti si te quitaran las que tienes."