Leo Bassi es un cómico italiano más conocido por la altura de sus zafiedades y blasfemias que por la de sus dotes escénicas. Quienes no pueden ser Eurípides, Shakespeare o Lope se conforman con ser Bassi. Normal. En un mundo en que priman el exhibicionismo y el berrido sobre el trabajo bien hecho y serio es coherente el triunfo de bufones y mangantes. Sin embargo, ni la persona ni la obra teatral de este individuo nos interesan lo más mínimo, ni para ponerle en la picota: otras personas han dedicado su tiempo a semejantes críticas. Pobres.
Pero hay un aspecto de sus alaridos que, aunque aparentemente no tenga mucho de teatral, sí lo tiene, con el agravante de afectarnos por sus consecuencias en la psicología de masas y en la desorientación que nuestras gentes padecen en cuanto se refiere al islam que, como se va viendo, no es ninguna broma , ni una variante de la Teología de la Liberación. Hace unos días coincidí con el titiritero, a traición –digo " a traición" porque la presencia de este individuo no estaba ni anunciada ni prevista– en un debate sobre el terrorismo islámico en una cadena de televisión cuyo nombre silenciaré por no desprestigiarla y el tipo vino, como suele, ejerciendo de corredor de ventas de tercermundismo. Abrió la maleta y extrajo el muestrario: autoflagelación radical de "Occidente", maldad intrínseca de cristianismo y raza blanca, omisión de crítica alguna a la sociedad islámica, exaltación de tiranos como Saddam Husein ("en cuya época en Bagdad había tranquilidad absoluta y se podía pasear por cualquier parte": ¿les suena?) y publicidad del mamotreto de Robert Fisk como compendio a lo grande de cuantas perversidades ha cometido "Occidente", o sea usted y yo. Como el vociferante italiano no cree en los Evangelios, cree en Robert Fisk o en cualquier otro cuate del mismo aparejo. Es sabido: Fisk es Dios y Bassi su Profeta, ¡ea!
El caso de Bassi y sus crueles disciplinas –no sobre sus lomos sino contra los nuestros– sería irrelevante, de circunscribirse a lo personal: un progre más o menos que publicita y vende la mercancía a su alcance y según sus luces y cultura. Mas el problema que nos plantean todos estos bassis es su reiteración y proliferación, la voluntad decidida de mantener un discurso de falsarios con el cual, por cierto, viven estupendamente. Y evitando meterse en conflicto ninguno con los musulmanes, objeto de sus amorosas ventas. Mientras cubre de denuestos al cristianismo y a "Occidente" (ahí cabe todo) por explotadores, imperialistas, intolerantes y represivos, se forra y viaja en alas de la fama que en Occidente le obsequian el papanatismo y unos excesos autocríticos más basados en la ignorancia de la Historia que en la realidad de los hechos. Por eso el PSOE anda tan interesado en suplantar el estudio de la Historia, fenómeno objetivo hasta donde se puede, por la imposición de la Memoria Histórica, mera arbitrariedad en beneficio de quienes han convertido gran parte de los medios de comunicación en talleres de lavado cerebral. Y Bassi, probo empleado de tal empresa, maneja con desparpajo el Cristasol y la bayeta.
Por supuesto, el italiano no ha intentado, ni harto de vino, representar sus bodrios en ningún país musulmán, pues sabe que la censura imperante en todos ellos no le daría permiso ni ocasión de hacerlo; y si lo obtuviera, sería para realizar una representación única y trunca (a los dos minutos, el público estaría quemando el local y él saldría socarrado pero incomible); y si saliera vivo del trance, no alcanzaría el aeropuerto. Conoce perfectamente todo esto y, no obstante, continúa con la cantaleta de nuestras maldades, que tan bien se vende entre nosotros. No es el único que juega este juego miserable: ojeen las páginas de cultura de El País y verán unos cuantos más que liban excelentes euros, premios y viajes removiendo el lodazal de su odio.