Casi al mismo tiempo que El Cairo pretende que le devuelvan el busto de Nefertiti, el Grupo Prisa acaba de recuperar otro busto, parlante y escribiente a la vez, en la figura de Fernando G. Delgado, autor, entre otros best sellers, de Escrito por Luzbel y, como todo el mundo sabe, conocidísimo especialista de la Fórmula Uno. En referencia al escándalo mundial surgido a raíz de las perversas manifestaciones de Bernie Ecclestone, esas declaraciones que han conseguido que se tambaleara la civilización occidental, el reputado novelista dijo lo siguiente: "Ecclestone ha dejado claro que a él le da lo mismo que el Gran Premio se celebre en Valencia o en Badajoz". ¡Hala, a vivir que son dos días!
Si yo fuera el mayor productor de carne del mundo, no perdería demasiado tiempo en tratar de convencer a los vegetarianos de las ventajas del solomillo, el jamón y el lomo. Para mí que Ecclestone, que el viernes trató erróneamente de corregir lo que dijo el jueves, se quedó corto. Camps, carnívoro a todos los efectos, había llegado con él a un acuerdo para la puesta en marcha de un Gran Premio urbano por las calles de Valencia. Pla y Alborch, convencidos vegetarianos, siempre estuvieron en contra de dicho Gran Premio. ¿Cómo iba Ecclestone, el mayor productor de carne del mundo, a dejar su negocio, el suyo, en manos de unos vegetarianos? En la SER acusan a Pla de electoralismo pero, a renglón seguido, emiten una encuesta según la cual dos de cada tres valencianos están en contra del Gran Premio propuesto por el candidato del PP. Ahora sí que no entiendo nada.
No creo que nadie se sorprendiera demasiado si Pla ganase las próximas elecciones en Valencia con mayoría absoluta. Eso es, al menos, lo que dicen todas las encuestas. Por lo tanto, el candidato del PP podría haber firmado perfectamente el contrato con Ecclestone el 10 de mayo, adelantándose en dos semanas a lo que, según parece, sucederá inevitablemente el 27 del mismo mes. Pero no fue eso lo que hizo. Pla esperará a que los valencianos decidan en las urnas qué es lo que quieren, solomillo o espinacas, jamón o puerros, Gran Premio de Fórmula Uno por las calles de Valencia o siete domingos sin monoplazas y ruido de motores. A Ecclestone le tembló la paletilla y cayó en la trampa. Se autoinculpó de un pecado que no había cometido, dándole árnica a los vegetarianos. Le pudo la presión del qué dirán. Complejos de millonario, supongo.
Puede comentar este artículo en el blog de Juan Manuel Rodríguez.
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