Es algo que todos hemos hecho en algún momento, al encontrarnos delante de un ordenador con conexión a Internet: se llama ego-search y forma parte de algo tan intrínseco a la naturaleza humana como es la curiosidad. Intentar averiguar lo que dicen de uno es un reflejo natural, una inclinación lógica muy anterior al desarrollo de Internet: en cuanto tienes la oportunidad de hablar con alguien que ha estado en una situación en la que crees que se puede haber hablado acerca de ti, y disfrutas con esa persona de un cierto nivel de confianza, la pregunta asoma invariablemente: ¿hablasteis de mí?
Es un comportamiento que se traslada de una manera completamente natural a la red: en la red, el amigo de confianza es el buscador, y la situación de intimidad para hacer la pregunta la disfrutamos casi constantemente, porque movernos por Internet es algo que hacemos habitualmente en solitario. Pocas personas con un mínimo nivel de alfabetización digital no han tenido alguna vez la curiosidad de ver qué aparece en un buscador al introducir su propio nombre y apellidos. Y la pregunta es, precisamente, esa: ¿qué aparece cuando te buscas? ¿Qué dice la red de ti?
Un divertido artículo del Wall Street Journal hace referencia a este tema, poniendo de manifiesto algunos problemas habituales en un país en el que las mujeres típicamente pierden su apellido al contraer matrimonio: te casas, y desapareces de los buscadores. Tu apellido de casada combinado con tu nombre es un recién nacido en Internet, si tenías algún tipo de historia, ésta se disocia de tu persona. Por no hablar de lo que puede ocurrir, claro, si el apellido que recibes es Smith, Johnson o Williams, los tres más comunes en dicho país: de repente, acabas de caer en el más absoluto anonimato, y las posibilidades de que alguien encuentre algo referente a ti en la red se convierten en una quimera.
Cabe preguntarnos, no sin cierto pragmatismo, qué importancia tiene algo así. En España, por ejemplo, la costumbre de utilizar Google para encontrar o contrastar información sobre las personas no se encuentra aún demasiado extendida. En Estados Unidos, sin embargo, ese comportamiento es casi la norma, lo que esperas que alguien haga cuando le das tu nombre. Si conoces a una persona en un bar, la googleas para ver si te enteras de algo más sobre ella o para comprobar que no es un asesino en serie. Si recibes un currículo de una persona, te lanzas cual poseso al buscador para comprobar que existen referencias a su pertenencia a las empresas en las que afirma haber trabajado, que los trabajos de investigación que afirma haber escrito existen realmente o que la universidad en la que estudió mantiene alguna referencia de ella. Si no la encuentras, malo: tus pensamientos oscilarán entre la leve extrañeza y el pensar que se trata de un nuevo Unabomber, una persona que ha vivido los últimos años escondido en una cabaña en lo alto de una montaña, apartado de toda civilización. En cualquiera de los puntos de dicho continuo, de todas maneras, la idea no parece demasiado apetecible.
¿Qué dice la red de ti? Tener un nombre y apellido poco común nunca tuvo tan buenos rendimientos. Ser el primero en las búsquedas se convierte en motivo de orgullo: tengo al menos dos buenos amigos, Loïc Le Meur y Matt Mullenweg, que pueden ir por el mundo sabiendo que si alguien les quiere localizar, basta con que introduzca su nombre de pila en Google y apriete ese botón de "Me siento afortunado" que conduce al primer resultado de la lista, para que aparezca de manera automática en sus respectivas páginas personales. Toda una demostración de relevancia en Internet, algo que además resulta en ambos casos muy cierto: Loïc es un emprendedor y experto en Internet conocido a nivel mundial, mientras que Matt es el creador de WordPress, una de las herramientas de desarrollo de páginas web de mayor popularidad.
La estrategia es clara: hay que aparecer en Google, y cuanto más arriba, mejor. Malos tiempos para los Pérez, los López y los García... aparecer y posicionarse les costará indudablemente mucho más. En cualquier caso, es algo que conviene que vaya comprobando, si es que no lo ha hecho ya: en Norteamérica ya hay quien introduce peculiaridades en su nombre, quien saca del baúl su segundo nombre, y hasta quien decide el nombre de sus hijos en función de los resultados de la búsqueda de dicho nombre en Google en combinación con los apellidos: si no hay resultados o hay muy pocos, mucho mejor. Si existe un asesino en serie con el mismo nombre, olvídalo.
A medida que Internet gana en importancia en nuestras vidas, aparecer en la red se convierte en algo fundamental. Como comenta el citado artículo del Wall Street Journal, "si no apareces en Google, no eres nadie". A este lado del túnel, tu identidad digital, lo que la red diga de ti, no es ya para nada una cosa de geeks: puede llegar a tener más importancia de la que parece.