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Pablo Molina

¿Hasta cuando seguirá avergonzándonos?

Cuando se dan por buenos los insultos siniestros del carcelero a sus víctimas sin mover una pestaña no se ofende sólo a los demócratas cubanos, sino también a los españoles, que somos quienes le pagamos el sueldo. A él y a Leire Pajín.

Fernando Morán dejó tras su paso por el Ministerio de Exteriores del felipiense una huella imborrable en nuestra memoria y, sobre todo, en las cancillerías de medio mundo. Sus ruedas de prensa en las escalerillas del avión antes de partir para una de aquellas misiones imposibles "contra" la antigua CEE esmaltaban los telediarios de Felipe Mellizo en las noches de la primera cadena y nos permitían constatar lo que la diplomacia española podía dar de sí con el socialismo en el poder.

Recuerdo especialmente una ocasión en la que don Fernando anunciaba a la prensa en el aeropuerto de Barajas que se disponía a visitar a sus colegas comunitarios para solucionar el grave asunto de las exportaciones de lencería española, cuestión en la que los franceses habían adoptado una postura intransigente. Me recordó la entrañable figura del viajante de tejidos, tan propia de la España de los sesenta, recorriendo la geografía peninsular con su maletín lleno de bragas de todos los tamaños, texturas y colores intentando colocar la mercancía.

Se hicieron miles de chistes sobre él, a pesar de ser más inteligente y, sobre todo, mucho más presentable que el resto de colegas de gabinete, empezando por el hermano de mienmano. Pero con la llegada de Moratinos a la cartera de Exteriores lo del bueno de Morán suena a broma infantil. Son incontables las jaimitadas moratinescas a lo largo y ancho del mapamundi, pero lo peor de este hombre es que sus tristes espectáculos son cada vez más siniestros. En otras palabras, nuestro ministro logra superarse una y otra vez, pero siempre a peor. Entre la famosa persecución del presidente Bush por los pasillos de la UE a la caza de una foto con ZP y sus ruedas de prensa junto al ministro de Exteriores cubano se aprecia perfectamente la deriva moral en la que está sumido el personaje.

Esta semana, en efecto, ha estado en Cuba para una gira amistosa al más puro ONG ultraizquierdista, que consiste en pasarse un par de días disfrutando del clima de la isla para cantar a su vuelta las bondades del régimen de Castro. Porque lo de exigir democracia y la liberación de los presos políticos no es algo que entre ni en su esquema mental ni en el de su jefe ZP. Ya está mal que el representante de una democracia visite un país totalitario sin tener la menor deferencia con quienes buscan implantar allí un sistema de libertades básicas, pero cuando se dan por buenos los insultos siniestros del carcelero a sus víctimas sin mover una pestaña no se ofende sólo a los demócratas cubanos, sino también a los españoles, que somos quienes le pagamos el sueldo. A él y a Leire Pajín. Así que, Moratinos, "permita que yo me avergüence por usted".

Morán al menos hubiera guardado las formas, y encima les hubiera colocado a los cubanos un cargamento de bragas nacionales. Y es que don Fernando, a pesar de todo, tenía un nivel.

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