Por muy acostumbrados que ya estén los cubanos a que les traicione el Gobierno español, lo cierto es que hasta esta semana jamás pensaron que la cobardía pudiera llegar tan lejos. Nos equivocamos en nuestro penúltimo artículo. Por no atreverse, Moratinos no se atrevió ni a reunirse medio en secreto con dos disidentes. Le falta lo que a ellos le sobra. Nadie ha de sorprenderse de que le emocione abrazar a los asesinos en serie. Las víctimas de Castro han podido ver cómo calló y bajó la mirada cuando Pérez Roque le dijo que los presos de conciencia cubanos –la mayoría de ellos descendientes de españoles– son terroristas al servicio de una potencia enemiga. No le preocupó que su silencio no pasara inadvertido en Estados Unidos. No negó que un país aliado del que él representaba en La Habana financiara el terrorismo en Cuba.
Puede que Zapatero y nuestro ministro de Asuntos Exteriores sueñen con apadrinar la transición cubana y ganar la mejor posición en los prostíbulos y escombros que rodean a las más de doscientas cárceles. Muchos explican así que no disimulen el gozo que sienten cuando abrazan a los tiranos y desprecian el sufrimiento de sus víctimas. Sin embargo, tiene que existir alguna otra razón que explique tamaña ignominia. Sólo el sometimiento a algún tipo de chantaje explicaría cobardía semejante. De otro modo no se entiende que Zapatero haya traicionado a las víctimas de los hermanos Castro, al Gobierno de los Estados Unidos y a la supuesta posición común que supuestamente mantenía Europa respecto a la barbarie castrista. No olviden que, para una vez que osaron regañar al Monstruo de Birán, éste les amenazó con vaciar su mochila.
Tal vez Raúl Castro y Ramiro Valdés agradezcan el abrazo, la emoción y la cobardía de los socialistas españoles excarcelando a cuatro disidentes enfermos, pero no lo harán antes de detener a decenas de activistas de los derechos humanos y de multiplicar los actos de repudio en contra de los que no se conforman con vivir bajo sus botas. En cualquier caso, para algo ha servido la visita de Moratinos a la Isla-cárcel. Hemos comprobado una vez más que, lejos de rectificar, también en La Habana el Gobierno de Zapatero baja la mirada ante los terroristas. Y lo peor es que nadie ha de sorprenderse. Si el presidente por accidente considera a su De Juana Chaos un hombre de paz, no debe extrañarnos que ofrezca el mismo trato a quien dedicó su vida a financiar y exportar el terrorismo hasta el último rincón del planeta.
Conociendo lo que ocurre en España, no otra actitud podían esperar los cubanos del Partido Socialista Obrero Español. Pudiendo hacer mucho por ellos, les niega la memoria, la dignidad y la justicia. Es lo que tienen los pseudoprogres liberticidas. Si queremos saber lo que son y a qué responden, nos basta con no olvidarnos de los nombres de sus amigos.