Una de las muestras de restos de explosivo, la única no sometida al lavado con agua y acetona en el laboratorio, por llamarlo así, de los TEDAX, ha revelado los componentes de lo que estalló en El Pozo. No fue Goma-2 ECO. Había DNT, como en los demás focos, y nitroglicerina, como Sánchez Manzano reconoció ante la comisión del 11-M, aunque luego achacara sus palabras a un error. No deja de ser irónico que la muestra que hunde definitivamente la versión oficial se recogiera precisamente en El Pozo, de donde se asegura que salió la mochila que llevó a las detenciones en la jornada de reflexión.
Aunque los análisis parecen mostrar que lo más probable es que el explosivo empleado fuera Tytadin, lo realmente importante de esos resultados es el profundo pozo en el que entierran las cenizas del cadáver de una gigantesca mentira. Cabe, eso sí, recordar que la apresurada conclusión de que el culpable había sido ETA se fraguó la mañana de los atentados con la información de que había estallado Tytadin con cordón detonante, por aquel entonces la señal inequívoca de que había sido la banda. El Gobierno del PP fue acusado entonces y aún ahora de mentir por lo que sucedió aquellas horas. Mucho nos tememos que nadie, ni siquiera los populares, elevarán el tono contra el Ejecutivo de Zapatero por haber ocultado durante tres años la verdadera naturaleza del explosivo empleado.
Nada de esto, sin embargo, detendrá a quienes defienden a capa y espada la versión oficial. Esta teoría sobre cómo sucedieron los hechos parte del axioma de que fueron quienes murieron en Leganés los que cometieron el mayor atentado de la historia de España. Originalmente, esa tesis se apoyaba en una serie de pruebas, que la investigación independiente de unos pocos medios, entre los que se encuentra el nuestro, ha ido desmontando. Eso no ha hecho cambiar de opinión a sus defensores, tan sólo les ha hecho ignorar los hechos inconvenientes o hacer progresivamente más enrevesadas e increíbles sus explicaciones para que pudieran llegar, finalmente, al mismo sitio.
Así pues, cabe esperar que ahora inventen una nueva teoría para ajustar su conclusión preconcebida a los hechos objetivos que se conocen, al igual que sucedió con la extravagante tesis de la contaminación en fábrica de la Goma-2 ECO, desmentida por los análisis de los peritos. Previsiblemente se trate de la ya adelantada por el director de El Mundo, que consistiría en aducir que se habrían empleado cartuchos de dos variedades de dinamita, ambas sustraídas de Mina Conchita.
Sería una hipótesis inverosímil, no sólo porque hasta anteayer Olga Valeya sólo fue la más vehemente de entre quienes se decían segurísimos de que en los trenes sólo había explotado Goma-2 ECO, sino porque obligaría a pasar por encima de hechos ciertos como que en Leganés, la Kangoo, la mochila y las vías del AVE sólo se encontró Goma-2 ECO, o que el exagerado número de envoltorios de dinamita pertenecían todos a esa variedad. Lo más que demostraría sería la incapacidad de algunos por cambiar su visión de los atentados por más pruebas que se pongan encima de la mesa.