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EDITORIAL

El rap de Moratinos y ZP

Mal vamos si los análisis de nuestra política exterior se ven al final reducidos a discutir si cantan mejor los raperos de la Alianza de Civilizaciones o Los del Río del Referéndum Plus.

Es difícil sacar conclusiones serias de la propuesta de crear una red de raperos para cantar, o lo que sea, a las virtudes de la sacrosanta Alianza de Civilizaciones. Como lo era hablar de la Constitución Europa cuando la campaña por el sí consistía en el Referéndum Plus y Los del Río afirmando que, si los políticos decían que estaba bien, es que debía estarlo. O cuando Zapatero desgranó su famoso discurso en Estambul sobre los pajaritos que volaban cantando con alegría en el que defendió su ridículo proyecto.

El problema es que hay que analizarlo porque, desgraciadamente, en eso consiste ahora nuestra política exterior. En un mundo sin amenazas a la seguridad ni trabas económicas impuestas por los estados a las empresas de otras naciones, las cancillerías serían un ministerio menor dentro de los gabinetes de todos los países. Zapatero, que en esto como en otras cosas actúa como si se creyera sus propios discursos, decidió que el momento de reducir la política exterior española al nivel de una subsecretaría había llegado ya. El nombramiento de Moratinos y la propuesta de la Alianza de Civilizaciones así lo demuestran.

El mundo de las relaciones exteriores es un mundo sin ley en el que cada país defiende lo suyo a cara de perro, y la justicia no está presente más que como retórica bajo la que esconder los intereses propios. Incluso las doctrinas idealistas no se libran de ese enfoque; los neocons no propusieron el derrocamiento de Sadam por hacerle un favor a los iraquíes, aunque su liberación fuera más que bienvenida, sino porque consideraban que la extensión de la democracia en el mundo árabe mejoraría la seguridad de Estados Unidos.

Zapatero, en cambio, considera al resto del mundo como un lugar donde practicar su radicalismo izquierdista y su buenismo infantil sin tener que pagar ningún precio electoral, su único temor. Los daños que sus actividades puedan producir en el futuro de España ni siquiera se los plantea, ni en esto ni en ninguna otra cosa. Lo cierto es que las relaciones exteriores no suelen tener consecuencias interiores claras y evidentes para el electorado y, por tanto, casi nunca tienen influencia en el voto. Precisamente por eso, una de las maneras más directas de diferenciar a un hombre de estado de un populista es si enfoca la política exterior en virtud de los intereses de la nación o de modo que sirva a sus intereses electorales y prejuicios ideológicos.

Mal vamos si los análisis de nuestra política exterior se ven al final reducidos a discutir si cantan mejor los raperos de la Alianza de Civilizaciones o Los del Río del Referéndum Plus. Y no mucho mejor se vislumbran nuestras perspectivas en la enseñanza cuando el rap "alianzador" se propone como herramienta para "educar en valores"; va a resultar que en eso consiste después de todo la celebérrima Educación para la Ciudadanía. Parece claro que al Gobierno de Zapatero no sólo se caracteriza por su afán destructivo; la cursilería y la grandilocuencia son una parte importante de su acción política.

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