En Estados Unidos se denomina pork a los gastos incorporados en leyes que nada tienen que ver con esas partidas, pero que las incluyen para sufragar proyectos en los distritos electorales de aquellos legisladores cuyo apoyo se necesita. El nombre de esta práctica proviene de una "diversión" del Sur de antes de la emancipación, que consistía en dejar un barril lleno de cerdo para reírse viendo cómo los esclavos se abalanzaban sobre él para comer con un ansia similar al que muestran los congresistas ante la oportunidad de obtener votos a través del gasto público.
Recientemente se aprobó en la Cámara de Representantes por un escaso margen una ley que sufraga los gastos del aumento de tropas en Irak, en la que se incluye abril de 2008 como fecha límite para la retirada del grueso del ejército de ese país. Tras rechazarse en el Senado por dos votos la enmienda que proponía retirar esa exigencia, se prevé que antes de final de semana la ley quede confirmada en el Senado. Algo que no se suele decir de la propuesta de los demócratas es que incluye un total de 20.000 millones de dólares en gastos que nada tienen que ver ni con el Ejército ni con Irak, y que han sido incluidos para lograr que se apruebe. Entre ellos, visitas guiadas al Capitolio, subvenciones a los productores de leche y azúcar y el extremadamente necesario para los soldados Programa de Retención y Reposición de Ovejas y Corderos. En definitiva, pork.
A partir de ese momento pueden suceder tres cosas. La primera es que Bush acepte el dinero y las restricciones, confiando en que se eliminen estas últimas antes de que se cumpla el plazo. La segunda es vetar la ley, lo que reduciría los fondos disponibles para las tropas y provocaría que aumentara el riesgo para sus vidas. Y la tercera sería tomar el dinero e ignorar la fecha límite, dado que una vez declarada la guerra en el Congreso la potestad de cómo dirigirla es exclusiva del Ejecutivo que él preside, lo que llevaría a un conflicto que tendría que dirimir el Tribunal Supremo. La alternativa que es más probable que tome Bush, porque es lo que ha anunciado la Casa Blanca, es que se decida por vetar la ley.
Tras aprobar una moción no vinculante que condenaba el aumento de tropas mientras votaban por unanimidad el nombramiento del general que lo proponía, los demócratas vuelven a hacer gala de su incoherencia, al dar el visto bueno a los gastos de ese incremento pero poniendo unos límites que lo hacen inefectivo. Desde que obtuvieron la mayoría, intentan contentar a sus bases más críticas con la guerra pero procurando al mismo tiempo poder declararse inocentes de las consecuencias negativas de sus decisiones. Este no es más que un ejemplo más. Dejar de financiar una guerra es la única manera en que el Congreso puede finalizarla una vez que la ha declarado, pero no quieren aceptar la responsabilidad que una decisión así pudiera tener entre su electorado más moderado, de modo que intentan que parezca que el responsable es Bush. Un objetivo tan ruin que, sin duda, se merece los métodos de compra de votos que están empleado para alcanzarlo.