Sabemos asustarnos a nosotros mismos. Considere las vacunas. Robert F. Kennedy Jr. afirma que el mercurio que contienen "ha envenenado a toda una generación. Está provocando pérdida del coeficiente intelectual, retraso mental, retraso en las facultades lingüísticas, síndrome de hiperactividad y desorden de atención".
A los medios de comunicación les encantan este tipo de reportajes. Invitan repetidamente a Barbara Loe Fisher, que encabeza el Centro de "Información" de las Vacunas, para que cuente a los padres los riesgos de las vacunas. Advierte de "cambios de comportamiento, inflamación del tejido cerebral, shock anafiláctico y, por supuesto, el efecto más serio es la muerte". Provocar autismo es la acusación más grave. "Antes de que los niños recibieran tantas vacunas", dice Fisher, "no se veían niños autistas. Ahora no podemos construir clases de educación especial lo bastante rápido como para dar cabida a todos esos niños enfermos y discapacitados."
¿Las vacunas provocan autismo? Casi seguro que no. El doctor Paul Offit, jefe de la unidad de enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Filadelfia me dijo que "es perfectamente razonable ser escéptico con cualquier cosa que te metas en tu organismo, vacunas incluidas. Y las vacunas tienen efectos secundarios. Pero las vacunas no provocan autismo". Habla con seguridad porque la Academia Nacional de Ciencias recientemente revisó las investigaciones y concluyó que los 19 mayores estudios sobre el tema, que incluían a miles de niños no muestran ningún vínculo entre vacunas y autismo. "La pregunta ha sido planteada, y ahora ha sido respondida", dice el doctor Offit.
Entonces, ¿por qué tantos niños son diagnosticados con autismo hoy en día? Pues porque a los niños a los que en tiempos se les decía que tenían otra cosa, ahora son clasificados como autistas. En palabras de investigadores de March of Dimes, "Los cambios en las diagnosis explican el incremento del autismo". Con total certeza, los datos de California demuestran que el incremento en los diagnósticos de autismo coincide casi perfectamente con el declive de los casos de retraso mental.
"Las personas que en tiempos eran llamadas atrasadas, excéntricas o ineptas, ahora son calificadas de autistas", dice el doctor Offit, "porque cuando pones la etiqueta de, digamos, cuadro de desorden de autismo, declaras apto al niño para recibir atención". Imagine eso. Una diagnosis está de moda incentivada por los servicios sufragados por el Gobierno.
Los detractores de la vacunación no están convencidos. Tras mi reciente programa televisivo "Fraude terrorífico", han llenado mi correo con comentarios como "¿Cuánto tiempo seguirás chupándole la (...) a las farmacéuticas?". Televidentes con más calma me dicen "estar seguros" de que las vacunas provocaron el autismo de sus hijos. "Nada más podría haberlo provocado". Mi corazón está con los padres que luchan por ayudar a sus hijos autistas, pero temo que hayan sido engañados por otra campaña de miedo anti-farmacéuticas.
Sé algo sobre ellas por experiencia personal. Hace veinte años, 20/20 entrevistó a Allen McDowell, un abogado que afirmaba que la vacuna contra la tos ferina era defectuosa. Tras nuestro alarmante reportaje, muchos padres dijeron a los pediatras de sus hijos que no querían la vacuna. Algunos médicos se hicieron más reticentes a las vacunas.
Cuando mi hija tuvo fiebre después de una de las vacunas, su médico decidió no ponerle la inoculación final. Dijo que, siendo yo presentador de 20/20, le preocupaba aún más ponerle la vacuna. Poco tiempo después, mi hija contrajo la tos ferina. Afortunadamente se recobró.
Pero después de noticias como la de 20/20 y de demandas bien publicitadas, muchos rechazan vacunar a sus hijos. Y Estados Unidos tiene ahora más casos de tos ferina, paperas y sarampión. El doctor Offit me dijo que "ver un niño ingresar en el hospital y morir de sarampión sabiendo que puede ser prevenido fácilmente y con seguridad mediante las vacunas es algo con lo que se me hace muy difícil vivir". Pero Barbara Fisher, del Centro de Información de las Vacunas, se muestra impertérrita. Cuando le pregunté si las vacunas han hecho más bien que mal, me respondió que el tema era "complejo".
El abogado McDowell asegura que sus demandas hicieron más seguras las vacunas. "Estoy prestando un servicio público", dice. Tonterías, contesta el doctor Offit. Los abogados no mejoraron las vacunas: "Siempre ha existido interés en hacer más seguras las vacunas, pero fue la ciencia la que tuvo que ponerse al día". Añade que "existen ciertos beneficios económicos asociados al miedo". Abogados, medios y grupos de interés se benefician económicamente de propagar el miedo. Lo llamo el complejo industrial del miedo.
McDowell está decidiendo ahora mismo si presenta nuevas demandas con la excusa que las vacunas provocan autismo. Yo le dije: "¡Usted asusta a la gente y se lucra con ello!" Tras una pausa, contestó: "Cierto".