Ni El País se cree las simplezas del Gobierno sobre la excarcelación del sanguinario De Juana Chaos. Ya no importa que Zapatero y su gente mientan y mientan. ¿Quién cree a López Garrido o a Rubalcaba? Nadie que tenga decencia democrática. La crisis de gobernabilidad ha tocado fondo. En otras palabras, mientras que millones de ciudadanos se movilizan por la libertad y saldrán a la calle a defender la democracia el sábado, el PSOE ha quedado reducido a una agencia de intereses "políticos" partidistas y privados, dirigida a golpe de látigo por personas tan "preparadas" como José Blanco, con el objetivo de dividir, aún más, España en tres trozos para seguir aumentando sus intereses "ideológicos" y crematísticos...
Este Gobierno está tan deslegitimado que no hay posibilidad de regeneración democrática posible en estas circunstancias. Quizá la convocatoria de elecciones anticipadas podría detener algo el deterioro, en algunos casos irreparables, al que han llevado estas gentes las instituciones de una débil democracia. En este contexto de crisis institucional generalizada resulta imposible no admitir que un Gobierno, que no gobierna, crea constantemente inseguridad y amenaza permanentemente nuestras libertades, provoca una violencia política "añadida", peligrosa, a la ya de por sí violencia política institucionalizada, que debe existir en toda democracia que se precie de tal.
Pero, ahora, hay otro problema tan grave como el anterior a la hora de crear tejido democrático. Muchos medios de comunicación, que viven de silenciar el desgobierno de Zapatero y, por tanto, de mantener una ficción de "legitimación" democrática, producen más violencia y deterioro del ya deteriorado paisaje democrático. La mentira siempre trae más dolor y sufrimiento. Sí, sí, la cuestión delicada a la que nos enfrentamos los demócratas es que la mayoría de los medios de comunicación está recurriendo a todo tipo de engaños, falsedades y mentiras para que sus negocios sigan siendo rentables con la ayuda de un Gobierno quemado, muerto y deslegitimado para una tarea democrática. Los grandes magnates de la comunicación persisten en ocultar el problema fundamental de España: el Gobierno no gobierna. Ocultar esta verdad es tanto como contribuir a traer más violencia.
Sin embargo, los grandes editores recomiendan cínicamente rebajar el "nivel", dicen con lenguaje melifluo, "de crispación política". Descarados. El silencio, terriblemente amenazador, de los medios ante la crisis institucional más importante de España produce pavor. El gangsterismo "político" recorre las redacciones de los medios de comunicación. El miedo atenaza a cientos de periodistas a levantar acta de lo que está delante de nuestros ojos, en fin, a decir algo con coherencia política y democrática. ¡Ojo que no hablo de ideología sino de gangsterismo ideológico! Ven peligrar sus puestos de trabajo. Los grandes editores han tocado a rebato. La consigna es elemental, primitiva y eficiente para una "sociedad" basura: "El PP está crispando la vida política." Los grandes editores siguen con extremada pulcritud, permítanme la ironía, al presidente del Senado: "Esto es una vergüenza". Caen en la abyección porque, como decía Max Weber, el gran científico político de todos los tiempos, utilizan la "ética" como medio para defender no sus "razones" sino sus inmundicias inmorales, su "tenemos la razón".
Un ejemplo para evaluar el nivel de abyección moral de los medios de comunicación es el silencio terrible ante las declaraciones "éticas" de Llamazares contra la "crispación" del PP. He ahí un caso, uno más de cientos, de cinismo moral e hipocresía política: mientras un funcionario comunista de IU grita por la ilegalización del PP y por el encarcelamiento y la tortura de sus dirigentes, Llamazares, el jefe político del mencionado munícipe, pide sosiego, deliberación y tranquilidad a la vida política española. Eso se llama "coherencia revolucionaria", sí, por un lado, se pide debate sosegado y, por otro lado, se exige la tortura del contrincante político. Pero lo trágico no es que los medios de comunicación callen y no se atrevan a criticar esas, por decir algo, contradicciones, sino que la inmensa mayoría de plumillas a sueldo de los magnates de la prensa prosocialista emiten los amanerados grititos: no crispen. No es para tanto. Todo es una ficción, según dicen los más cobardes, una sobreactuación de los políticos, que no deberían creerse los ciudadanos.
La cosa está clara. Basta que el PP convoque una manifestación política por imperativos democráticos, o sea, porque viene exigiéndoselo la parte más responsable y limpia de la sociedad española, para que los medios de comunicación más gangsteriles exhiban sus miedos y estulticias ante una situación radicalmente democrática y, por supuesto, radicalmente conflictiva. Ellos no quieren saber que una manifestación es tanto reflejo de un conflicto, de una violencia previa, como canalización de un poder popular que de otro modo sería arrasado por la violencia institucional del Gobierno. La manifestación es contra el poder-fuerza, el poder violento, de un Gobierno que se ha puesto el Estado de Derecho por montera y, encima, culpa a la oposición de sus desmanes.
Por fortuna, a pesar de que los magnates de los medios de comunicación que quieren seguir midiendo la profesión del periodista por sus representantes de ética más dudosa, es menester reconocer que todavía hoy, como en tiempos de Weber, "los asombroso no es que haya muchos periodistas humanamente descarriados o despreciables, sino que, pese a todo, se encuentren entre ellos un número mucho mayor de lo que la gente cree de hombres valiosos y realmente auténticos".