La decisión política de excarcelar a Ignacio de Juana Chaos tiene visos de ser el catalizador del profundo enfado de un sector creciente de la población española con la política de Rodríguez Zapatero hacia la ETA. El entreguismo político del Gobierno hacia la banda terrorista, su fiel compromiso de cumplir, en la medida en que lo resistan las instituciones y la sociedad, con las exigencias de ETA y dar así contenido al pacto entre ambos, concita la oposición de un número creciente de españoles. Es más, y lo que es más importante, esa oposición rompe las barreras ideológicas y alcanza a sectores que ideológicamente están más cercanos del PSOE que del único partido de la oposición, el PP.
En una sociedad compleja resulta difícil alcanzar un acuerdo de dos tercios de la gente en alguna cuestión, y hoy la prensa revela que la oposición a la decisión del Gobierno de cumplir con ETA en este punto se hace contra la opinión mayoritaria de los españoles. ¿Es que dos de cada tres personas, las que se oponen a la excarcelación del terrorista, son los clásicos votantes del PP? En absoluto. En esa amplia mayoría hay personas que cubren todos los sectores políticos, regionales y sociales. Sencillamente creen que el Gobierno está yendo demasiado lejos en este asunto, y ni siquiera el imperio mediático a su servicio ha sido capaz de hacerles tragar ruedas de molino. Decisión humanitaria, nos dice el portavoz del Gobierno de los GAL. Con De Juana. Los españoles, sencillamente, por ahí no pasan.
El Gobierno tiene miedo. Con el atentado de Barajas tuvo la mejor oportunidad que hubiera podido imaginar para echarse atrás, convocar nuevas elecciones, y decir a los españoles "lo hemos intentado, pero estos energúmenos no han sabido aprovechar la oportunidad de avanzar hacia la paz, por el diálogo". Muchos le habrían seguido, pero Rodríguez Zapatero ha seguido adelante en su pacto con la ETA. Algo le impide romperlo, y ahora se ve forzado a continuar con él, y a defenderlo ante una sociedad que cada vez está menos dispuesta a comprarle su mercancía averiada. Por otro lado, Mariano Rajoy, que ha elegido un perfil bajo durante estos tres años, lo ha ido elevando lentamente, hasta dar el salto de convocar una gran manifestación contra esta decisión política, para sintonizar con los deseos de la mayoría de la población. Ha elegido su momento; el tiempo dirá si tarde, o en el momento preciso.
El partido socialista responde al momento político apretando un poco más el cordón sanitario que quiere ceñir al Partido Popular, intentando presentarle como un partido de ultraderecha, o condicionado por ella, y con tendencias golpistas y antidemocráticas. Como si hubiera organizado el GAL o hubiera manipulado los atentados del 11-M, poco menos. Es un movimiento de amplio espectro, con un fuerte apoyo mediático, pero difícilmente creíble para cualquier persona razonable. Sólo los más militantes pueden fingir creerlo. La estrategia antidemocrática del PSOE, que quiere expulsar al PP del marco político, se mostró con escasa timidez en el comienzo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, a pesar de lo cual ha ido in crescendo. Hemos comprobado que no tienen otra estrategia, y la llevarán hasta sus últimas consecuencias. Pero la sociedad ya no les sigue; han tirado mucho de la cuerda y se ha roto por donde menos les conviene.