De creer lo que pregonaba ayer la prensa doméstica con indisimulado alborozo, la construcción nacional de Liliput progresa adecuadamente. Así, constatamos por el heraldo del señor conde de Godó que las Nuevas Oficinas de Delación Lingüística de Pepe Montilla han logrado incrementar en un 63 por ciento el número de sanciones impuestas por las Viejas Oficinas de Delación Lingüística de Pasqual Maragall. A primera vista, el dato anima al optimismo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que a esos 194 deslenguados que ya han recibido justo castigo por dirigirse a su clientela en español durante 2006, habría que añadir 311indeseables más, los reos aún pendientes de sentencia firme pero con expedientes sancionadores en curso.
Trátase de 505 camareros, taxistas, peluqueras, fontaneros, dependientes de ultramarinos y demás ralea del tercer estado que, aun sumando una cifra manifiestamente mejorable, reflejan un incremento de la eficacia represiva de la Administración digno de aplauso. Pues los decepcionantes logros de las redadas gramáticas emprendidas durante el ejercicio anterior –apenas 119 madritparlantes pescados in fraganti– habían generado un natural clima de inquietud y abatimiento entre amplísimos sectores del catalanismo progresista. Bien está, y aquí no nos duelen prendas en reconocerlo, que el president Montilla no haya defraudado las expectativas depositadas en su persona. Sin embargo, el día nada más tiene veinticuatro horas, y Pepe no puede hacerlo todo él solo. Sin el auxilio de la imprescindible colaboración ciudadana, el empeño entusiasta de nuestro líder estará fatalmente llamado a caer en saco roto.
Porque meritorio se nos antoja que el Molt Honorable concentre sus esfuerzos y desvelos en la doma sintáctica de las clases subalternas, esos mileuristas de poca fe ignorantes de que Cataluña ha de ser una unidad de destino en lo comarcal. Pero tan nocivos como la chusma cipaya son los agentes del imperialismo monopolista infiltrados en Casa Nostra: las multinacionales. Y es que sus tentáculos llegan hasta las mismísimas puertas del despacho presidencial. De ahí que, a espaldas de Pepe, Esquerra Republicana haya logrado paralizar los expedientes incoados por la Agencia Catalana del Consumo contra las compañías aéreas extranjeras que no utilizan el catalán ni en sus documentos, ni tampoco en sus billetes. Grandes empresas catalanófobas que, por más señas, resultan ser absolutamente todas las que operan a diario en El Prat.
Mas no nos resignemos a contemplar con los brazos cruzados la artera traición a la utopía de Montilla por parte de esa camarilla españolista que lidera Carod Rovira. Las nuevas tenologías, que diría Pepiño, están del lado de las fuerzas del progreso y de la cultura. Sírvase, pues, el compañero lector denunciar esa nueva conjura del Capital y sus lacayos contra San Pompeu Fabra. Puede hacerlo en esta flamante checa virtual que no ha mucho estrenó la Generalidad.