Sarkozy, el inteligente político francés, ha hecho unas declaraciones impresionantes y justas sobre las víctimas del terrorismo, o mejor, sobre el acompañamiento que millones de españoles dan a sus víctimas cuando éstas les piden salir a la calle: "Me emociono profundamente ante las grandes manifestaciones pacíficas que llenan las calles de toda España tras cada uno de estos ataques terroristas. Me emociona la forma que tiene el pueblo español de decirle a los asesinos que su cobardía no los aterroriza y que no les impedirá seguir viviendo." Bravo, amigo francés, pocas palabras recogen mejor que las suyas la lucha del pueblo español, de las víctimas del terrorismo, para mantener y desarrollar la democracia en España. Sarkozy, gracias, por decirle a las víctimas que también usted se emocionó por la concentración del sábado en Colón.
Las palabras de Sarkozy expresan algo más que una opinión personal. Es la expresión común, política, de lo que piensan millones de ciudadanos europeos. Es la crítica política de millones de europeos extrañados, atónitos y perplejos, porque el Gobierno de España dé la espalda a las víctimas. Es ya un hecho insólito, extravagante y cruel para la opinión pública europea que las víctimas del terrorismo tengan que salir pacíficamente a la calle, una y otra vez, para decirle a su Gobierno que quieren seguir viviendo como españoles. Europa siente extrañeza porque millones de españoles, la nación, se manifieste contra un Gobierno que desprecia su nación. He ahí la terrorífica novedad que la opinión pública europea ya ha captado y que Sarkozy, quizá el político más brillante de la Unión Europea, ha expresado con estas palabras de ánimo a los ciudadanos españoles para que persistan en seguir siendo españoles.
Las palabras de Sarkozy deberían ser un escándalo para Zapatero. Un acicate para cambiar de política. Por desgracia, serán lo contrario. Se convertirán en el principal objetivo sobre el que lanzar todo el veneno de su resentimiento, de su fracaso, a la hora de inutilizar a la víctima, de ofrecerla de nuevo, a los criminales para saciar su sed de terror. La lucha de las víctimas del terrorismo, en efecto, es muy desigual, porque en los tres últimos años no cuenta con la ayuda de "su" Gobierno. Así de dura y violenta es la política española. Quien quiera aprender que el ámbito de la política es la violencia, observe la encarnizada lucha emprendida por el Gobierno de Zapatero contra las víctimas del terrorismo. Nada más llegar al poder supo que estos eran los enemigos a batir en su pacto con los terroristas y los nacionalistas.
Varias son las etapas por las que ha pasado este durísimo combate contra la víctima. Todas ellas han sido duras, pero estamos asistiendo ahora a la más sangrienta, al cuerpo a cuerpo entre el Gobierno y las Víctimas. O se está con el Gobierno o se está con la víctima. O se está por la desaparición de España como nación o se está con los defensores de la nación española. Las posiciones serán cada vez más nítidas. El saltarse de un bando a otro sin dejarse el alma será muy complicado. Después de la concentración del sábado de la AVT, presiento que la cosa se pone difícil para los arribistas, las buenas conciencias, las gentes que venían prestando apoyo táctico a la víctima, los que vivían, en fin, de confiscar la fuerza del dolor y revestir con él su "poder" ya fuera político, económico, periodístico o de cualquier otra naturaleza. El sábado, por fortuna, fue un punto y aparte en la lucha de las víctimas contra el terror por un lado, y contra el Gobierno de Zapatero por otro, porque los concentrados vimos que las víctimas estaban dispuestas de nuevo a sacrificarse, a seguir derramando la sangre que les queda, por la defensa de España.
Porque Sarkozy ha visto con mirada limpia esa concentración, ha expresado su apoyo a la nación española. Sarkozy se ha emocionado al ver que las víctimas han ofrecido de nuevo su sufrimiento de modo directo, auténtico, o sea, español por su nación. Muchos españoles, sin embargo, se han asustado de lo visto. La jindama les ha hecho balbucear. Están asustados ante lo que se les viene encima. Empiezan a pasarse al bando contrario. Desvarían con argumentos falsamente éticos contra las víctimas: les llaman "fachas", o que cansan al resto de españoles convocando manifestaciones, o que exhiben una estética de mal gusto, o que están manipulados sus discursos ciudadanos por malvados políticos, etcétera... Esa actitud es falsa. O peor, es abyecta, porque es la manipulación de la "ética" para "tener razón". Esa gente quiere legitimar "éticamente" su paso, su salto, del ámbito de las víctimas al del adversario, el Gobierno, cuando ya todo el mundo sabe que es una entrega a lo exigido por los poderosos del Gobierno o de los grandes magnates de los medios de comunicación. Están en peligro porque saben que han de optar: o con el Gobierno o fuera del periódico, de la radio, la televisión, etcétera...
El Gobierno de Zapatero está desesperado y en su desesperación exigirá que muchos tibios y nihilistas le acompañen. Allá ellos. Lo único cierto es que las espadas están en alto. El Gobierno creía que era fácil eliminar a las víctimas del terrorismo para pactar con ETA y los nacionalistas el fin de España. Pero está perdiendo. El Gobierno no sólo no consigue arrinconar a las víctimas, sino que éstas le persiguen a él y a todos los suyos.