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Cal Thomas

Otro acuerdo

Aseguraron que Kim nunca estaría de acuerdo en un diálogo a seis bandas y que la Administración Bush estaba cometiendo un error garrafal al no aceptar la exigencia del coreano de negociar bilateralmente. Pero el presidente se mantuvo firme en sus trece.

Mi primera reacción al escuchar que Corea del Norte había acordado dar pasos hacia el desarme nuclear fue: ¡otra vez no! ¿No había prometido Pyongyang a Jimmy Carter, durante su desacertada misión "de paz" de 1994, que iba a congelar su programa de armamento nuclear y desmantelar las instalaciones nucleares existentes? ¿No rompió Corea del Norte esa promesa? ¿No elogió la secretario de Estado Madeleine Albright en el 2000 al "amado líder" Kim Jong Il en Pyongyang sólo para quedar decepcionada más tarde cuando quedaba en evidencia de nuevo su doblez? ¿Cuándo se darán cuenta de que los comunistas mienten?

Hoy llega el anuncio de la Administración Bush de lo que parece ser un éxito. Esta vez las cosas podrían ser distintas, especialmente porque el acuerdo inicial no depende únicamente de la palabra de Kim o de la presión norteamericana.

Como me explicó a grandes rasgos en una conversación telefónica el consejero en funciones de Seguridad Nacional J.D. Crouch, este acuerdo es el resultado de la presión ejercida por cinco países –Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Corea del Sur–, algo que los críticos dijeron que nunca ocurriría. Aseguraron que Kim nunca estaría de acuerdo en un diálogo a seis bandas y que la Administración Bush estaba cometiendo un error garrafal al no aceptar la exigencia del coreano de negociar bilateralmente. Pero el presidente se mantuvo firme en sus trece y, hasta la fecha, su estrategia parece estar funcionando.

Crouch afirma que el Gobierno chino merece que se le reconozca el mérito de presionar a Pyongyang hasta alcanzar un acuerdo sobre sus armas nucleares. Y me dice que, para obtener el resto de la ayuda energética, humanitaria y económica que se le ha prometido, Corea del Norte tiene que cumplir un proceso en dos fases que será monitorizado por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA). Según Crouch, Corea del Norte percibirá un pago inicial de ayuda energética y humanitaria de emergencia, pero no obtendrá el resto a menos que declare hasta dónde llegan sus programas nucleares, incluyendo el enriquecimiento de uranio, y los desarticule.

La fase uno tendrá lugar durante los próximos sesenta días. Corea del Norte ha aceptado detener el funcionamiento de su reactor nuclear de Yongbyon y precintarlo, detener el funcionamiento de sus instalaciones de procesamiento de uranio y precintarlas, y permitir que la IAEA regrese a esas instalaciones para verificar estas acciones. Además, Corea del Norte ha acordado llevar a cabo un recuento inicial de su programa nuclear. A cambio de honrar esas promesas, Corea del Norte percibirá alrededor del 5% de la ayuda energética prometida. Eso supone hasta 500.000 toneladas de un paquete de ayudas que equivale a un millón de toneladas de crudo.

La fase dos conduce al desmantelamiento de las instalaciones nucleares norcoreanas, que, dice Crouch, van más allá de todo lo que se concibió durante la Administración Clinton. El beneficio del desmantelamiento, asegura, es que "llevaría un montón de tiempo y un montón de dinero devolver esas instalaciones al punto en el que fueran útiles de nuevo".

Como parte del acuerdo, también se exige que Corea del Norte rinda cuentas de todas sus armas nucleares, que tiene que desmantelar, y hacer el inventario de sus reservas de plutonio, que es otra cosa que la Administración Clinton fue incapaz de lograr.

Los incentivos para que Corea del Norte cumpla sus promesas incluyen el rechazo por parte de las naciones firmantes a suministrar la energía prometida si no hay cumplimiento, mantener en vigor las sanciones de la ONU hasta que haya un cumplimiento total y el uso continuado de presiones financieras que ha movido al Departamento de Hacienda a presionar a los gobiernos para que no hagan negocios con Corea del Norte, presión que aparentemente ha funcionado, dijo Crouch.

Hay mucho aún por decidir en los diversos "grupos de trabajo" antes de que el acuerdo sea definitivo, pero la Administración Bush tiene confianza  en que las condiciones implicarán una mayor probabilidad de cumplimiento por parte del Corea del Norte que con acuerdos previos, que eran violados al mismo tiempo que se redactaban.

John Bolton, ex embajador norteamericano ante Naciones Unidas, es escéptico con el acuerdo. Dijo a Bill Gertz, delWashington Times, que el acuerdo "recompensa el mal comportamiento" por parte de Corea del Norte y envía "una mala señal" a Irán. Podría tener razón, pero si el acuerdo funciona, la amenaza que supone actualmente un jugador importante del "eje del mal" se vería reducida sustancialmente. En un mundo cada vez más problemático y caótico es una bendición por la que todo el mundo debería estar agradecido.

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