Mohamed el Egipcio me pareció el espectro ridículo, terriblemente desgraciado, de otro espectro fantasmal y cruel, que obedece a un modo de pensar terrorista cuya única meta es lo absolutamente malo. Intuí que Mohamed el Egipcio había sido seleccionado por el diablo, pero detrás de él no había nada ni nadie. Durante una hora, he seguido por televisión el interrogatorio a que ha sido sometido Mohamed el Egipcio por su propio abogado defensor. No he podido soportarlo. Las preguntas decisivas brillaban por su ausencia. No obstante, fue contundente al condenar el atentado y al decir que él nada tenía que ver con el terrorismo islamista.
Nada importante, nada relevante, para los que nos interesa ha salido de la boca de este hombre. Sospecho, o mejor, tengo la sensación a la luz de lo visto que poco, apenas nada, obtendremos de estos interrogatorios, excepto una duda moral que más hablaría a favor de su inocencia que de su culpabilidad. He creído, pues, asistir a un montaje más o menos teatral, que ha acentuado mi malestar moral y político ante las investigaciones policiales, judiciales y políticas sobre la autoría material e intelectual del mayor atentado de la historia de España. Lo visto en la televisión es la confirmación del fracaso de todo un sistema político.
Las advertencias del presidente del Tribunal a los traductores del imputado para que no hicieran traducciones sucesivas sino simultáneas eran otra muestra, una más, de que asistíamos al espectro de un espectro judicial. Eran, en cierto sentido, el adelanto de lo que veremos en días venideros: todo serán gestos y boatos formalistas para ocultar nuestro fracaso como sociedad. Desgraciadamente, detrás de este juicio, como detrás de la investigación policial, la instrucción del juez Del Olmo, de la mala actuación del fiscal e, incluso, de las falsas expectativas creadas por los medios de comunicación ante este acontecimiento judicial, no hay nada relevante para el fortalecimiento de una sociedad, que ni siquiera es capaz de formular de modo adecuado sus principales problemas.
Me gustaría errar, pero tengo la sensación de que este juicio no será mejor que la instrucción del sumario ni que la comisión parlamentaria del 11-M. La justicia que se impartirá será tan formal, a veces vacía, como la nación a la que pretende servir. Ojalá me equivoque. Ojalá hallemos luz al final de este proceso. Ojalá las victimas en particular, y la sociedad española en general, saquen consuelo de este juicio. Pero, mientras oía el interrogatorio, yo he tenido la sensación de que el imputado, considerado por la policía y el Gobierno uno de los tres "autores intelectuales" de la masacre, era el espectro de un espectro, una imagen fantasmal de un pobre musulmán zaherido por las circunstancias del destino. Perdón, por si ofendo alguien, pero me he sentido engañado como ciudadano al ver interrogado al espectro de un pobre paria, de un desheredado del planeta, que pasaba por allí y le han atribuido todos los males del 11-M.
Mientras oía al imputado, no he podido dejar de recordar que también el juez Del Olmo, según algunos comentaristas del proceso de instrucción de esta causa, en alguna parte de la investigación ha llegado a dudar de la autoría islamista del 11-M. O sea, si duda el hombre más proclive a la tesis de que el atentado fue cometido por islamistas, ya me dirán la sensación que sacará un ciudadano, que sólo busca la verdad, ante el interrogatorio a Mohamed El Egipcio... Nadie que viera el interrogatorio se habrá podido aburrir, porque lo que se estaba juzgando era muy serio, demasiado trágico, pero a la par dudo de que no le produjera un cierto hastío, como si ya todo lo supiéramos, como si el guión que el juicio seguirá ya estuviera marcado por anteriores fracasos.
En fin, creo que las expectativas ante este juicio no sólo son falsas, sino que la sociedad civil puede salir aún más debilitada de lo que nos dejó el 11-M si no nos tomamos en serio esta cuestión: ¿Están sentados en el banquillo de los acusados los verdaderos autores intelectuales y materiales de la masacre?