Cuentan que el tal Bermejo es un rojo muy rojo, rojísimo. Sobre todo, él mismo es quien se aplica en propalar la especie por periódicos y gacetillas. "Soy de izquierdas y como tal actúo", dicen que dice a quien le quiera oír. Y que algo de rojo hay en el Bermejo parece incuestionable. Más que nada por su único mérito conocido y laureado: la obediencia ciega, esa suprema virtud canina que sirve para distinguir a la tropa del PSOE de los seres humanos. De ahí que al señor ministro de Justicia tampoco quepa aplicarle aquel juicio tan optimista que emitiera el Emperador de Austria sobre sus súbditos eslavos: "Están a punto de convertirse en personas, incluso se puede decir que en algunos aspectos han hecho ya notables progresos".
A persona –qué le vamos a hacer– no llega su roja excelencia. Mas para personaje sí da la talla Bermejo, de sobra. Al cabo, como dijo el otro, no hay mal que por bien no venga. Y el que más le pega a nuestro bermejo ful, nadie lo dude, es el de Melibeo. Basta con verle la cara para imaginarlo encaramado a una escalera en los jardines de La Moncloa, y berreando como un poseso: "Melibeo soy y a Melibea adoro, en Melibea creo y a Melibea amo. Por eso, cuando mi bienamada Dama Negra de los GAL asesinó a García Goena y todos los demás, devine ya en el triste detritus que ahora veis. Pues no otra cosa soy; detritus, polvo; polvo, sí, polvo, mas polvo enamorado".
De rojo, rojísimo, también presume estos días otro Melibeo del Todo a cien. Tratase de cierto González Casanovas que revolotea por suplementos de provincias a la caza y captura de esos cinco minutos de gloria que Andy Warhol prometiera a todos los don nadie de la Tierra. Mas la muy roja rojez de este Melibeo viene de antiguo. Ha de saber el lector que este otro sí es un bermejo fetén, de reserva, con solera. Al punto de que el pío Melibeo González que nos ocupa –nuestro héroe fuera antaño de misa diaria y comunión compulsiva– ya ejercía de rojazo feroz allá por 1967, cuando juró los Principios Fundamentales del Movimiento ante el tribunal falangista que le premió con la cátedra de Derecho Político de Santiago de Compostela.
Rojo se sueña Bermejo. Y rojo se quiere Casanovas, ese accionista fundador del PSC que entretiene su ocio vomitando sobre las tumbas de Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez. Pero, créame el lector, rojo de verdad, rojo-rojo, como Melibeo Oleguer, el sobrino de su tío, no hay otro. Palabra.