Se celebra estos días en París una "conferencia sobre el clima" perfectamente ubuesca y diez de los candidatos a la Presidencia, con "Sarko" y "Sego" en primera fila, se han sometido este miércoles a la ceremonia vudú impuesta por Nicolas Hulot, firmando su "pacto ecológico". El pasado lunes, el físico y ex ministro de Educación de Jospin Claude Allègre, al que tumbaron los sindicatos y Ségolène Royal, publicó una magnífica tribuna en Le Figaro denunciando a ese mismo Hulot y sus propuestas reaccionarias y, de paso, el grotesco catastrofismo de Al Gore, del que recuerda que era vicepresidente cuando Bill Clinton se negó a firmar el protocolo de Kyoto.
Las propuestas de Hulot que más critica Allègre son su exigencia de una drástica disminución del consumo y la guerra a los OGM (o sea, los Organismos Genéticamente Modificados) y a la energía nuclear. Afirma que los franceses jamás aceptarán semejante racionamiento, tan radical y drástico, y que por tanto habría que imponerlo dictatorialmente con graves prejuicios para la democracia. Defiende los productos transgénicos, que son mucho más ecológicos porque suprimen los pesticidas y los abonos químicos, pero que siguen prohibidos en Francia, aunque son ampliamente utilizados en las Américas, en China y en India, donde han evitado hambrunas. Y defiende, of course, la energía nuclear y, sobre todo, los llamados reactores de cuarta generación.
No es que Allègre niegue que existan problemas ecológicos, lo que aborrece es la manera de afrontarlos por los "mercaderes del miedo", que si de ellos dependiera suprimirían el tractor para volver al arado, y el coche para regresar al carro de bueyes. Lo que defiende es una ecología del crecimiento basada en el progreso científico y tecnológico. Volveremos sobre estos temas, ¡qué remedio!
El País se ha enfurecido porque "Sarkozy seduce a los intelectuales" y desliza algunas alusiones antisemitas, como por otra parte era de esperar. Comentando la tribuna publicada por André Glucksmann el pasado lunes en Le Monde en la que declara que va a votar a Sarkozy, escribe Martí Font, que eso se explicaría por "cierta afinidad con el lobby proisraelí". Eso del lobby presentado como una peculiar mafia es un argumento clásico del antisemitismo, y es mentira. Lo que si existe es un puñado de amigos verdaderos de Israel, entre los que yo me cuento, y a mucha honra.
Eso no quita que sea cierto que varios intelectuales de prestigio, considerados de izquierda, hayan decidido votar a Sarkozy. Unos lo harán porque sus argumentos les seducen, otros por rechazo absoluto al partido socialista y a su histriónica candidata y algunos por ambas cosas. Son Glucksmann, Finkielkraut, Bruckner, Weitzmann, Gallo (que viene de muy lejos; escribió, por ejemplo, un libro apologético de entrevistas con Santiago Carrillo con Régis Debray), etc. Son los mismos que han defendido públicamente al profesor de filosofía Robert Redeker, condenado a muerte por el Islam, y que acaba de publicar un libro narrando sus tristes aventuras y su soledad. Es espeluznante y se merece artículo aparte. Lo haré.