Mientras la Ertzaintza localizaba en Atxondo (Vizcaya) 100 kilos de explosivos listos para ser usados, "sólo a falta del detonador", Zapatero ha hecho unas declaraciones en Barajas en las que alimenta las sospechas de que, lejos de querer rectificar, el Gobierno del 14-M pretende intensificar y acelerar esa política colaboracionista que sólo ETA y sus cómplices –incluido Carod-Rovira–han considerado insuficiente.
Negándose a que los periodistas le hicieran preguntas y disfrazando la servidumbre con su envilecido concepto de "paz", Zapatero no sólo no ha hecho suyas las declaraciones de Rubalcaba, que abiertamente hablaban de "ruptura" y "liquidación" del "proceso", sino que, por el contrario, ha dado muestras de pretender seguir como hasta ahora con "más energía y determinación" que nunca.
Se nos podrá objetar que esta interpretación nuestra de las ambiguas palabras de Zapatero es exagerada y que, incluso en el caso hipotético de que el presidente quisiera proseguir "la vía del diálogo" con los chantajistas, ahora le toca un tiempo de disimular firmeza y ánimo de combate. Es una objeción razonable y, de hecho, algo de verdad hay en ella si tenemos en cuenta que el presidente ha mentado por primera vez en mucho tiempo a la Justicia. Ahora bien, si Zapatero quería expresar un sincero o disimulado ánimo de volver al Estado de Derecho y pasar a combatir con todo el peso de la ley a los criminales, ¿por qué no lo ha hecho? ¿Por qué no ha permitido a los periodistas que le pregunten? ¿Por qué perder la oportunidad de dejar claro que las palabras de "ruptura" de Rubalcaba –sean sinceras o no– son también las suyas?
ETA con su atentado no ha expresado su rechazo a este proceso involucionista en el que nos ha embarcado Zapatero, si no su impaciencia por que el Gobierno lo haga avanzar de forma más acelerada. Zapatero es rehén de las esperanzas –"tengan el alcance que tengan"– que le ha hecho recobrar a ETA, las mismas que los terroristas siempre han exigido por dejar de matar.
Si los chantajistas muestran de una forma tan brutal lo que sólo es su impaciencia por que Zapatero haga realidad los "compromisos adquiridos", mostrar ahora firmeza combativa –aunque fuera disimulada y temporal– sólo retrasaría esas concesiones pendientes que, desde Otegi a Cheroqui, los etarras exigen a este llamado, más falsamente que nunca, "proceso de paz". Un nihilista como Zapatero tiene que recuperar la confianza de ETA lo más rápido posible, antes de que las esperanzas que hizo recobrar a los terroristas vuelvan a estallar. Algunas están dispuestas a hacerlo sólo a falta del detonador.