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Cristina Losada

Desaparecidos

La ministra expresa el deseo de Año Nuevo en nombre de sus coleguis: "desde el Gobierno lo que deseamos es que éste sea un paréntesis y no sea el final del proceso de paz". Coincide con Otegi y con otros.

Si este mediodía de invierno un viajero hubiera regresado al hogar tras su aislamiento navideño y, por costumbre o masoquismo, pusiera el telediario de la Primera, no sabría que ETA había atentado de nuevo. Las siglas de la banda terrorista no mancharon los labios de los locutores de la cadena durante los minutos, pocos minutos, que precedieron a la vuelta a ese Irak de dónde nunca salimos, dedicados a repasar lo que ocurría en Barajas. Así, se enteraría el recién llegado de que había pasado algo espantoso, que los equipos de rescate habían celebrado brevemente el Fin de Año y que buscaban a dos "desaparecidos". Pero permanecería ignorante de otra desaparición: la de ETA, expelida del relato oficioso, radicalmente borrada como mandan los cánones estalinistas. Colegiría nuestro ermitaño que no se trataba de un accidente si cazaba al vuelo la voz "terroristas". Dudaría al oír al ministro del Interior refiriéndose a lo acontecido como "salvajada". Y se quedaría, tal vez, prendido de la "bomba grande" que describía el antedicho en el registro pueril y ligero, de colega ministro a colega periodista a colega ciudadano, que ya había asumido en su primera y única comparecencia tras el acto criminal.

Los primeros desaparecidos de la narración oficial han sido los muertos, es decir, los asesinados. Gracias a su ausencia, Zapatero pudo subir al estrado de La Moncloa aligerado de un lastre. Sin la pesada salpicadura de la sangre de los que echaban la "cabezadita", como decía el compi de Interior, en sus coches aparcados. Y la bola ha seguido rodando para disociar el atentado de sus víctimas mortales todo el tiempo que fuera posible. Aferrados a la "remotísima esperanza" están, como a los bordes de la laguna Estigia. ¡Que Caronte no se lleve al infierno el "proceso" con sus figurantes! Para lo cual, sólo hay un medio: los medios. El Gobierno que ha sido incapaz de controlar la barca que compartía con ETA, controla, sí, la información. Los que tras el 11-M la exigían puntual y exhaustiva, los que reclamaban culpables con nombre y religión ya mismo, pueden permitírselo. Y se lo permiten: se toman nueve horas para sacar al presidente a dar la cara, eluden reconocer las muertes, o sea, los asesinatos, sus teledirigidos telediarios borran a ETA del asunto y aún más: salvo por las apariciones fugaces de un ministro que habla del atentado como si de una gamberrada se tratase, el Gobierno ha hecho mutis total.

Business as usual. Vacaciones. Una excepción: Narbona. La ministra expresa el deseo de Año Nuevo en nombre de sus coleguis: "desde el Gobierno lo que deseamos es que éste sea un paréntesis y no sea el final del proceso de paz". Coincide con Otegi y con otros. Interesados ellos, y tanto, en que la embarcación no sea fúnebre para el proceso. Se refugian los interesados en el paréntesis. En él desaparecen, suspenden, aguardan. Hacen desaparecer inconveniencias como los muertos del primer plano. Nada extraño: todo el proceso ha consistido en un escamoteo de la realidad. Hablaba por el Gobierno Narbona tras beber en las fuentes. Volverán las oscuras componendas sus nidos a colgar. Y, en fin, si el despistado viajero leyera El País, encontrará allí un editorial. Con el atentado, dice, ETA "parece querer forzar al Gobierno hacia una ruptura del proceso". Cuando la primavera de la paz haya de tocar de nuevo a nuestra puerta, esa semilla germinará: no consintamos que se salgan con la suya los violentos, etcétera. Tengamos en cuenta que, según el diario, se han frustrado las esperanzas de la izquierda abertzale que desea la paz. Su líder, De Juana Chaos. Título de la pieza: "ETA tiene la culpa". Excusatio non petita.

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