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Michelle Malkin

El año de la indignación perpetua

En España, protestaron contra una tienda en Madrid por vender una postal de una mezquita con las palabras "Nosotros dormimos aquí". Un insulto para el Islam, vociferaron.

Empezó con las viñetas danesas. Terminó con los imanes voladores. El 2006 fue un año de referencia para la Religión de la Indignación Perpetua. Sus doce turbulentos meses repletos de puños en alto, embajadas ardiendo, fatwas y más fatwas, intimidación y asesinatos resonaron con los aullidos de los agraviados. Y todo en nombre de defender el Islam de los "insultos". Hagamos un repaso.

El pasado enero, palestinos enmascarados y armados tomaron la sede de la Unión Europea en la ciudad de Gaza con el fin de protestar por la publicación de una docena de viñetas acerca del Islam, Mahoma y la autocensura en el diario danés Jyllands-Posten. Irrumpieron en el edificio, quemaron banderas danesas y desataron un boicot internacional a los productos de Dinamarca por todo el mundo musulmán.

La ira fue un pretexto prefabricado. Las viñetas habían sido publicadas cuatro meses antes con poca fanfarria. No fue hasta que una delegación de imanes daneses recorrieron Egipto con las viñetas --además de unas cuantas más inventadas, incluyendo una antigua imagen de un participante en un concurso francés de cerdos domésticos retratado engañosamente como "anti-musulmán"– que el fuego comenzó a arder. ¿Cree que los principales medios recordarán eso? No es probable. Se tragaron primero el anzuelo y luego fueron lentos en reconocerlo después de que los bloggers norteamericanos y la televisión danesa dejaran en evidencia el complot.

¿Qué hubo realmente detrás de la ira de las viñetas? Déspotas musulmanes que intentaban presionar a Dinamarca a propósito de la decisión de la Agencia Internacional de la Energía Anatómica de dar parte de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU por continuar con su programa de investigación nuclear. La presidencia del consejo pasaba en aquel momento a Dinamarca.

Sin embargo, los periodistas, analistas y apologistas occidentales tenían la vista demasiado nublada por su cobardía como para ver el bosque. Más de 800 personas resultaron heridas en los disturbios consiguientes y 130 lo pagaron con sus vidas. Los inocentes asesinados incluyeron al sacerdote católico italiano Andrea Santoro, que fue acribillado en Turquía el 5 de febrero por un adolescente enfurecido por las ilustraciones. El asesino musulmán gritaba "¡Allahu Akbar!" mientras asesinaba al Padre Santoro, que estaba rezando de rodillas en su iglesia. Varios editores musulmanes valientes que permanecieron firmes frente a la locura fueron encarcelados, multados y condenados por delitos relacionados con insultar al Islam. Los dibujantes daneses permanecen escondidos.

El mundo se cansó pronto de la ira de las viñetas, pero los "pacíficos" alborotadores musulmanes solamente estaban calentando. Encontraron excusas de todo tipo para provocar disturbios y amenazar a los infieles occidentales. En la India, protestaron por la publicación de una fotografía de un naipe que muestra una imagen de La Meca y también quemaron tarjetas de San Valentín. Un insulto para el Islam, gritaron. En España, protestaron contra una tienda en Madrid por vender una postal de una mezquita con las palabras "Nosotros dormimos aquí". Un insulto para el Islam, vociferaron. En Pakistán, quemaron un Kentucky Fried Chicken y un Pizza Hut y echaron abajo un Ronald McDonald. En Yakarta arrasaron las oficinas de la revista Playboy. Ya conoce el motivo.

En junio, el juicio contra la valiente periodista Oriana Fallaci por insultar al Islam se inició en Bérgamo, Italia. Había sido acusada por el alborotador musulmán profesional Adel Smith, de la Unión Musulmana de Italia, de "vilipendio" –vilificar al Islam– en sus libros escritos tras el 11 de Septiembre atacando la jihad. Un juez había rechazado desestimar el caso. Ella tuvo que hacer frente a un sinfín de amenazas de muerte y acusaciones de "islamofobia" por decirle la verdad al poder islamista.

La muerte de Fallaci a causa de un cáncer durante la semana del quinto aniversario de los ataques terroristas del 11 de Septiembre impidió que terminara su juicio en Italia, pero su fallecimiento no hizo nada por evitar la furia eterna del ultrajado a perpetuidad. El día en que falleció, los fanáticos del agravio agitaron sus puños pidiendo la cabeza del Papa Benedicto XVI por su discurso que hacía referencia a un debate del siglo XIV que tocaba la guerra santa y la jihad. Por involucrarse en un debate intelectual y espiritual abierto y honesto, fue condenado, incendiado en efigie y puesto de nuevo en el objetivo. Los musulmanes volaron iglesias cristianas en Gaza y Nablús. Asesinaron a la Hermana Leonella Sgorbati, una anciana monja católica italiana disparada por la espalda por un jihadista somalí pletórico de ira papal. "Quienquiera que ofenda a nuestro Profeta Mahoma debe ser asesinado en el momento por el musulmán más cercano", había declarado un clérigo somalí. El Vaticano decidió ser amable con los líderes musulmanes.

Los nuevos ultrajes siempre florecen. El pasado septiembre era una producción en Berlín del "Idomeneo" de Mozart que presentaba la cabeza decapitada de Mahoma. Una semana después fue un árbol baniano atacado por musulmanes de Indonesia que querían demostrar lo falso de sus poderes místicos. Unos cuantos días después era el ex secretario británico de exteriores Jack Straw, que cometió la audacia de hacer la observación completamente obvia de que las musulmanas completamente cubiertas impiden la comunicación entre mujeres y occidentales. ¡Ofensivo! ¡Inadmisible! ¡Un insulto para el Islam!

Para no quedarse atrás, una delegación de imanes abordaron un vuelo de U.S. Airways en Minneapolis en noviembre e intentaron prefabricar un incidente internacional de derechos humanos. Reclamaron un boicot y amenazaron con presentar una demanda.

La buena noticia: el fuego no prendió aquí esta vez. La mala noticia: como advirtió antes de su muerte Oriana Fallaci: "El odio a Occidente se extiende como el fuego alimentado por el viento. El choque entre ellos y nosotros no es militar. Es cultural, es religioso, y lo peor está aún por venir".

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