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EDITORIAL

Una operación de propaganda

Por supuesto, la sinceridad del doctor García Sabrido y la estrategia del régimen no tienen por qué divergir, y el médico podría decir toda la verdad. Pero sería mera coincidencia.

La visita a La Habana "a título personal", en sus vacaciones, del doctor José Luis García Sabrido, jefe del servicio de Cirugía del hospital público Gregorio Marañón, ha vuelto a centrar la atención sobre el estado de salud del dictador de Cuba, Fidel Castro. En contra de lo que se ha llegado a sugerir, y tal como han dicho tanto el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, como la presidenta regional, Esperanza Aguirre, ha sido el régimen cubano el que ha corrido con los gastos tanto de los medicamentos que viene recibiendo hace meses, como del viaje del doctor García Sabrido y del equipo técnico que le acompañaba.

La embajada de Cuba en Madrid, en una reciente recepción, convocaba a un número anormalmente alto de médicos. Cabe pensar que el motivo era hacer entre éstos un sondeo para elegir al que considerara más adecuado. No sabemos si España ha sido el único país en que ha realizado el mismo acercamiento a la profesión médica. Si la salud del dictador, de la que depende el devenir del régimen, ha sido secreto de Estado durante un mes, sería descabellado pensar que este asunto lo iban a encargar a un hombre desafecto. Él mismo ha dado muestras de admiración por Castro, de quien ha dicho que tiene "una actividad intelectual intacta y fantástica". Y se muestra con evidente orgullo de tratar a un "paciente excepcional". Además, ha repetido el mantra de las bondades sin cuento de la sanidad cubana, pese a que él es una refutación de las mismas, como ha hecho ver oportunamente Esperanza Aguirre.

Si no estamos ante la actuación de la sanidad pública madrileña en cuanto tal, si de lo que se trata es de la contratación en época vacacional de un médico "a título personal", no tenemos razones para ver en sus palabras comprometido el sistema público de salud de Madrid. Es decir, que lo único que compromete el doctor García Sabrido es su palabra. No tenemos motivos para dudar de ella, pero los tenemos todos para dudar de la sinceridad o de los motivos del régimen comunista. Y jamás iba a permitir que una operación como ésta, y nos referimos a la operación propagandística, le saliera mal. Por supuesto, la sinceridad del doctor García Sabrido y la estrategia del régimen no tienen por qué divergir, y el médico podría decir toda la verdad. Pero sería mera coincidencia. Ahora todos los medios de comunicación del mundo volverán a hablar de la salud de Castro, pero con una fuente que no es ni el Partido Comunista ni un representante del régimen, sino un experto extranjero.

La salud de Castro no es un asunto estrictamente personal. Tampoco es un asunto político contingente más, como lo sería en cualquier democracia. Es un problema que hace referencia a la supervivencia del régimen. Que la salud de un anciano sea clave para el destino de los cubanos da una idea de lo degradante que para ese pueblo resulta el régimen que aún mantiene el octogenario tirano.

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