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Jorge Vilches

Elogio de la ignorancia

Es francamente notable el paralelismo entre el franquismo sociológico y la comunidad socialista: la adoración a un líder como encarnación del volks, de ese espíritu del pueblo, que guía y dirige la política sin participación del pueblo.

La España zapateresca implora que no le cuenten nada sobre la negociación del Gobierno con ETA. Los mismos que se desgañitaban a las puertas de Génova con aquel "¡Queremos saber!" –hoy olvidado bajo la moqueta del poder–, ahora no quieren saber nada. Es que si sabemos de qué hablan, dicen, la vida política se crispa y los negociadores se perturban.

Los portavoces socialistas y etarras están acordando unas nuevas reglas de juego para el Estado de Derecho, pero los ciudadanos –sustantivo desgastado por los socialistas– no debemos conocer ninguno de sus términos. Es francamente notable el paralelismo entre el franquismo sociológico y la comunidad socialista: la adoración a un líder como encarnación del volks, de ese espíritu del pueblo, que guía y dirige la política sin participación del pueblo.

Conciben la política desde el punto de vista del súbdito. Consideran que el líder es indiscutible, la crítica a su política una traición al volks, y el pueblo, que no sabe y perturba, lo mejor es que se desentienda, acepte y aplauda. La verdad es un comunicado del Consejo de Ministros.

La Constitución, que está a punto de convertirse en un libro subversivo, en peligro de combustión en este zapateresco Fahrenheit 451, indica que la soberanía nacional reside en el pueblo español. Cosas más raras se han visto, pero todo indica, incluso eso que se llama teoría política, que los políticos no son nada más que servidores públicos. Y el principio de consentimiento, la delegación de la soberanía, no alcanza a una ignota y crucial negociación sobre el Estado de Derecho y la organización territorial, una negociación que no estaba en ningún programa electoral.

Siguiendo la lógica del razonamiento progresista, es mucho mejor no saber qué actividades realmente desempeñan los soldados españoles que están en misiones en el exterior. Tampoco es conveniente conocer en qué consisten los acuerdos con Marruecos y Senegal en materia de inmigración, o qué ha dicho al respecto la UE.

Mucho menos sentido tiene saber a qué se dedica la ministra de Vivienda, si es que ha terminado de decorar la media hectárea en la que vive. O si Narbona ha resuelto ya el problema del agua, ese mismo que agravó liquidando el PHN. Sería ridículo, en esta línea, que la ministra de Sanidad nos dijera si prohibir las hamburguesas va a servir para coordinar mejor el servicio médico nacional, lo que es ya urgente.

El secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros debería prolongarse hasta el BOE, y más allá. Solamente así sería una traición al fuhrerprinzip la pretensión de que Magdalena Álvarez, conocida en la realidad nacional andaluza como Lady Aviaco, explicara por qué se le renovó en mayo la licencia a Air Madrid a pesar de las quejas, denuncias e incumplimientos de los protocolos de seguridad.

De esta manera entienden el sistema democrático los que sostienen el "socialismo ciudadano": como un continuo elogio de la ignorancia. Es el sueño de todo totalitario: un poder sin opinión pública que lo fiscalice.

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