Zapatero ha intentado hoy vender unos inexistentes grandes éxitos en Europa. Sin embargo, lo único que de verdad lo ha acompañado desde Bruselas ha sido la exigencia de retirada de las condiciones impuestas a E.On por la comisión reguladora ahora convertida en sucursal del PSC. El presidente del Gobierno tampoco ha conseguido que la Unión Europea dedique sus esfuerzos en materia de inmigración en la dirección que él querría. En cambio, los restantes gobiernos europeos lo censuran por la regularización masiva de Caldera y el efecto llamada que ha provocado, que volverá a ponerse de manifiesto en cuanto el tiempo permita a los cayucos volver a partir en dirección a las Canarias.
Aún más ridículo, si cabe, es su pretensión de apropiarse de la postura de la UE con respecto al conflicto entre israelíes y palestinos o, últimamente, entre palestinos y palestinos. Zapatero pretendió haber inventado la pólvora cuando expuso su plan de cafetería que fue inmediatamente rechazado por los implicados por extemporáneo e ignorante. Pero dado que su "plan" contenía elementos comunes a todos los planes que desde fuera se han intentado imponer en Oriente Medio, incluyendo los de la UE, ahora pretende hacernos creer que éste se inspira en el suyo.
La réplica de Rajoy al vendedor de humo que vive en Moncloa nos ha vuelto a recordar por qué se le considera un parlamentario extraordinario, quizá el mejor de nuestra etapa democrática. Afirmó que los éxitos en Bruselas de los que se jacta el presidente se parecen a los salmones minúsculos cuyo pescador convierte en enormes capturas. Se burló de la propuesta de paz de Zapatero resumiéndola en que "lo mejor es que no riñan y que lleguen a un acuerdo, ¿cómo no se nos había ocurrido antes?". Y le recordó que el Gobierno había anunciado acuerdos de repatriación con Senegal, Camerún o Guinea que no se han firmado, algo que preocupa a la gente bastante más que "la Alianza de Civilizaciones, que son sólo tres palabras". Esperemos que el viernes siga en forma y no se deje engañar. Otra vez.