Sumándose a los festejos zapaterinos de la memoria histórica, el entorno etarra rescata un lema guerracivilista muy del gusto de la progresía, aquende y allende las fronteras: "No pasarán". Al presidente rojo le encantará. Y a ver qué opina de la pistola que ilustra los inocentes cartelillos de Askatasuna. Quizá le sirva para verificar las buenas intenciones de la izquierda abertzale, siempre dispuesta a dejar las armas... a la vista.
Dada su disponibilidad a interpretar y aplicar la ley de acuerdo con instrucciones monclovitas, no es probable que jueces ni fiscales vean problema alguno en los afiches. Argüirán tal vez lo que esperan los convocantes de las 200 manifestaciones simultáneas: esa pipa no amenaza; describe. No representa un arma propia (¡malpensados!) sino ajena. Un arma de las fuerzas de ocupación. Aquí quien está verificando de verdad es la ETA, muy atenta al abandono de la violencia legítima que monopoliza el Estado. O los estados español y francés.
Rodríguez ha convertido a la banda en interlocutora legítima de nuestra evanescente democracia. Una vez aquella verifique que el Gobierno cumple sus condiciones mínimas –que, por cierto, están más allá de las posibles concesiones máximas–, dejará de enseñarnos la pistolita. Esta inversión del mando (y del mundo) se veía venir. En realidad era perfectamente previsible desde el momento en que el PSOE declaró abierta la subasta de España y transmitió a la ETA un mensaje fatídico, implícito y quizás explícito: existe un espacio de encuentro entre las exigencias (mesas suplantando al parlamento, derecho de autodeterminación, anexión de Navarra) y las restricciones (cumplimiento de la Constitución y de las leyes, unidad de España, persecución de los delitos). Pero tal espacio no existe.
De ahí lo vano de tanta humillación, de reconocer a los encapuchados una parte de razón. ¿O no tuvo siquiera que esforzarse, Patxi? De ahí lo inútil de tanta ignominia: ayer, el asesinato civil de un discapacitado; anteayer, los intentos de estrangulamiento financiero, división, inculpación y ninguneo de las víctimas. ¿O es que Rodríguez, Blanco, Peces, López y Rubalcaba han sentido algún placer inconfesable? ¿El cosquilleo de una familiaridad inesperada con los victimarios? El día menos pensado, Pepiño y Patxi se unirán al coro: "¡No pasarán!" Y serán los únicos en ignorar que se refieren a sí mismos.