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Cristina Losada

Fetiches ZP

Pensábamos que esas y otras barbaridades estaban proscritas por ser contrarias a los derechos humanos y que se castigan en todo país civilizado, pero no. Los iluminados escribas de Libertades Públicas del PSOE hacen depender su prohibición de la laicidad.

Por razones profesionales me he sometido a la lectura de los tres últimos manifiestos del PSOE con motivo del aniversario de la Constitución. A saber, el de 2004, el de 2005 y el de 2006. Es decir, todos los que fueron redactados una vez instalado Rodríguez en La Moncloa. No recomiendo a nadie que atraviese tales desiertos de monótona prosa, pero quien lo haga notará que en ninguno de los dos anteriores se hacía referencia a los elementos que presentan este año como alma mater de la Constitución española: la Segunda República, la laicidad y la asignatura de Educación para la Ciudadanía. ¿Acaba de descubrirlos la dirección del partido? Si tan fundamentales son, ¿cómo los había ignorado hasta ahora? ¿Qué mosca o sondeo le ha picado al PSOE para que sustancie en ellos su –presunto– homenaje a la Carta Magna?

El caso es que el PSOE ha decidido conmemorar la Constitución mediante un texto cuyo aspecto central es un "principio constitucional" inexistente: la laicidad. Y no contento con sacarse ese principio de la manga, el manifiesto socialista lo eleva a requisito para la libertad y la igualdad. Cierto que Pepiño Blanco no cree que pueda extraerse tal conclusión del papelote. Pero no hay que extraerla: basta leerla. Hasta a Blanco le ha debido parecer extraña la lucubración. Incluso a él le sonará que hay democracias por ahí desprovistas del componente laico, donde la libertad y los derechos se respetan y garantizan. Y mejor que en esta. Dicen los sabios que la separación de poderes tiene mucho que ver en ello, pero los que querían enterrar a Montesquieu y aún lo sepultan todos los días es natural que no se acuerden de ese concepto. Como es normal, por desgracia, que quienes demuestran en su acción política su falta de respeto por la Constitución, la reinterpreten a su gusto y la celebren por lo que no figura en ella.

La confusión intelectual que revela este manifiesto del PSOE corre pareja a la literaria. Así se dice, por ejemplo, que los fundamentalismos religiosos "siembran fronteras". Aunque para fronteras, las que traspasan y emborronan los muñidores del texto. Según su criterio, donde no rige la laicidad dejan de ser delitos el maltrato a la mujer, la ablación o la discriminación por razón de sexo. Y por qué no la antropofagia vinculada a creencias animistas, o los atentados en nombre de la yihad. En fin. Pensábamos que esas y otras barbaridades estaban proscritas por ser contrarias a los derechos humanos y que se castigan en todo país civilizado, pero no. Los iluminados escribas de Libertades Públicas del PSOE hacen depender su prohibición de la laicidad. Aviados estamos. ¿Quién habrá sido el cerebro gris –y tan gris– del manifiesto?

Pero la lupa del análisis medianamente racional no es el instrumento adecuado para observar el bodrio. Este sólo adquiere sentido si se examina como producción propagandística. No importan las tonterías que se digan, ni los atentados a la razón y a la lógica que se perpetren. Importa únicamente el sonido de ciertas palabras: Segunda República, laicidad, ciudadanía, educación. Son palabra-fetiche, viejos juguetes remozados, más extemporáneos que nunca, con los que el PSOE de ZP hace frente al vacío: a la ausencia de principios ideológicos, a la debacle del clásico discurso socialista. Aunque son también, y esta es su parte ofensiva, los términos con los que quiere atizar la confrontación política.

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