Arsenio Arribas (Valladolid) asegura que el idioma castellano nació en el valle de Valdegovia (entre Burgos y Álava). Conozco esa investigación del periodista mirandés Nicolás Dulanto Sarralde. Su tesis es muy convincente, pero la tradición nos señala San Millán como el lugar del "primer vagido" de la lengua castellana. Simplemente allí se encontró un libro famoso en latín con los escolios en lengua castellana. Lo que parece claro es que el castellano se originó en un pequeño territorio donde se llevaba hablando vascuence y latín cientos de años. El hontanar concreto es lo de menos. Todo depende del documento que se encuentre en uno u otro sitio. Lo interesante es que ese nuevo romance (que pronto sería "paladino", esto es, claro) se abrió paso con éxito en medio del vascuence, del bajo latín y de los otros romances. Se impuso por razones comerciales, porque los castellanos eran especialmente móviles. Recuérdese el trotamundos de Rodrigo Díaz de Vivar.
Ángel Rodríguez me comunica que los "asientos reservados para caballeros mutilados de los antiguos tranvías han derivado en los asientos y otros artilugios de los transportes adaptados a los PMR o pemeerres, es decir, personas de movilidad reducida". Asegura don Ángel que, en cuanto PMR se utilice como un insulto, habrá que buscar otro circunloquio con mayor corrección política.
Claudio Scetti (supongo que mexicano) arguye que "el castellano es el idioma de los meros machos". Lo ilustra con una serie de palabras que son despectivas en femenino y ponderativas en masculino. Así, zorro (= hombre justiciero) y zorra (= prostituta); hombre público (= personaje prominente) y mujer pública (= prostituta). Se ha escrito mucho sobre el sexismo en el lenguaje, un rasgo común a diversos idiomas y que en el nuestro procede del latín. Recordemos el parentesco de vir (= varón) con virtus (= virtud). Sobre el particular recomiendo dos libros interesantes: Irene Lozano, Lenguaje femenino, lenguaje masculino (Minerva), Álvaro García Meseguer, ¿Es sexista la lengua española? (Paidós).
Agustín Fuentes me envía regularmente sabrosos comentarios sobre el lenguaje, la política y asuntos conexos. Por ejemplo, ese nuevo giro coloquial de los poyaques. Se refiere a la petición que se hace a los que están haciendo obras o arreglos en la casa para que añadan alguna reformilla más. Es la simpática corrupción de la frase "pues ya que...". A mis oídos ha llegado como los yaques. Don Agustín critica el abuso de la preposición desde en frases como "desde la responsabilidad…". Tiene razón, resulta estragante. Reservemos el desde cuando haya una distancia espacial o temporal. Recordemos la famosa arenga de Napoleón: "Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan".
Ángel Guerrero Eguiluz disiente de mi idea, compartida por muchas personas, de que la diversidad de lenguas es una riqueza cultural. Para don Ángel ese hecho es un signo de pobreza. Bien, cada uno puede defender su opinión como le parezca. Deseo matizar la mía. La diversidad de lenguas es un activo cultural siempre que se escriban, cuenten con una cierta tradición literaria y sus hablantes no sean analfabetos. Esas condiciones son las que se dan en la diversidad lingüística europea. No está dicho que, por hablar un solo idioma, los países sean más prósperos. En Europa, son pocos los que muestran esa condición. En España no solo hay varias lenguas sino una gran variedad de dialectos y de hablas. La diversidad idiomática se complementa con el recurso a unos pocos idiomas de comunicación.
Juan Zamora Talló (Collbató, Barcelona) recuerda algunas expresiones de su ya jubilada tata, oriunda de Teruel:
- ¿Qué mi sio? (= ¿Qué me sé yo?).
- Echarse el unto (= Teñirse el pelo).
- ¿Sus vais? (= ¿Os vais?).
- Écheme las gomas (= Auscúlteme).
- Tener un mal malo (= Tener un cáncer).