La noción de los derechos del hombre ha sido tan deformada y corrompida por los socialistas de izquierda y derecha que ha perdido todo valor práctico. Casi por generación espontánea surgen a diario nuevos "derechos", que luego se incorporan a las "enunciaciones universales" de los derechos humanos en las Naciones Unidas y otros organismos de alcance internacional. Se han popularizado los llamados "derechos" a un empleo digno, ambiente saludable, alimentación adecuada, vivienda decente, buena salud y educación.
En realidad, no existe el derecho a un empleo digno, sino el derecho a tomar un empleo si algún empleador lo ofrece. Si una persona puede exigir un empleo digno, otra persona estará obligada a proveérselo. Para que el gobierno pueda dar empleo a las personas que lo deseen, debe crear cargos públicos con el dinero que quita a otras personas con impuestos. Pero nadie tiene derecho a imponer por la fuerza una obligación sobre otras personas. Un "derecho" que demande el sacrificio de otra persona o la violación de sus derechos no es real.
Tampoco existe el derecho a la alimentación adecuada, sino el derecho a adquirir y consumir alimentos. Ni existe el derecho a una vivienda decente, sino a construir o comprar una vivienda. Las necesidades del ser humano –tales como alimento, vivienda, vestimenta, atención médica y educación– constituyen bienes escasos, cuestan dinero, deben ser producidas y forzosamente tienen un costo. Ningún gobierno podría suministrar tales bienes sin costo para otros.
Los derechos verdaderos, en cambio, son principios morales como los derechos a la vida, la libertad y la propiedad privada. No son fruto de una concesión de los gobiernos sino que surgen de la naturaleza humana. El hombre como ser racional no puede sobrevivir sin estos derechos que no imponen costo u obligación alguna a nadie, excepto el de renunciar a violarlos, obligando a las personas a actuar debidamente mediante el uso de la fuerza.
La razón de ser de los gobiernos es la protección de los derechos individuales. No obstante, los principales violadores de los derechos, junto a los criminales, son los mismos gobiernos. La reforma agraria estatista, por ejemplo, supone que el "derecho" a la tierra obliga a la sociedad a repartir tierras a los que la pidan. Los estatistas olvidan que para proveer de tierra, vivienda, alimento, educación y salud a todos los que la necesiten deberán previamente confiscar el fruto del trabajo de otras personas. Quitar al que le pertenece para dar a quien no le pertenece es un robo, no un derecho.
Los derechos genuinos como el derecho a la libre expresión y a la libertad de prensa no tienen costo alguno y pueden disfrutarlos todas las personas al mismo tiempo. Para darle a uno su verdadero derecho no se necesita despojar a otro. Lo que se da a uno no reduce la cantidad disponible para el resto. El significado de la libertad de prensa es que las personas tienen derecho a expresar sus ideas sin la censura o coerción del gobierno. Bajo la interpretación socialista, la libertad de prensa significa que una persona tiene derecho a exigir que el gobierno u otras personas les provean de un espacio en un periódico, radio, televisión u otro medio para expresar sus ideas. Se le quita a uno lo suyo para darlo a otro.
Un ejemplo de los riesgos que trae la deformación de los derechos es la declaración en la ONU que "el agua es un derecho humano", lo que supone la obligación de proveerla. Los gobiernos distribuyen el 97% del agua potable en el mundo. Pero como el agua es un bien escaso, que no crece en los árboles, para ser producido necesita de capitales, tecnología y un precio real. Y como los gobiernos lo subsidian a precios políticos, el agua se derrocha, escasea y finalmente deja de proveerse a los más pobres. Al oponerse al suministro privado de agua potable, por ser un "derecho humano", los socialistas han condenado a 1.100 millones de personas a una crisis mundial por falta de agua. Millones mueren a causa de las enfermedades que trae el agua contaminada.
La corrupción de los derechos, aún con la mejor voluntad, ocasiona graves daños a los pueblos. Es preciso restablecer la noción liberal de los derechos.