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EDITORIAL

El show del tripartito arranca de nuevo

¿Qué mejor ejercicio de "normalización" e "inmersión" lingüística para el "charnego" Montilla que imponerse a sí mismo las labores de difusión e información –por supuesto en catalán- de la actividad de su ejecutivo?

José Montilla ha anunciado, tras prometer el cargo como nuevo presidente de la Generalidad, la composición del "nuevo" Ejecutivo, donde hay "cambios" tan destacables como la autodesignación de Montilla como portavoz, la vicepresidencia de Carod Rovira y la designación de Ernest Maragall y Joan Saura como consejeros de Educación e Interior, respectivamente. Es difícil que estos "cambios" puedan imprimir un voto de confianza y un aire de frescura al tripartito que haga borrar algunos funestos recuerdos del pasado; claro que se puede intentar, recurriendo –eso sí– a la lógica políticamente correcta del nacionalismo y progresismo gobernante.

Así, la insólita decisión de Montilla de reservarse para sí mismo la labor de portavoz de su gobierno, hay que verla como un loable propósito de enmendar con la práctica su "anómalo" origen charnego y su deficiente nivel de catalán. ¿Qué mejor ejercicio de "normalización" e "inmersión" lingüística para Montilla que imponerse a sí mismo las labores de difusión e información –por supuesto en catalán– de la actividad de su ejecutivo? Será, sin duda, un complemento muy adecuado a su reciente compromiso de acudir a clase para mejorar el conocimiento de su "lengua propia".

Algunos también querrán ver inadecuado la designación de Joan Saura como consejero de Interior, tratándose como se trata de un dirigente de una formación que tanto jalea las algaradas antisistema. Sin embargo, ¿qué mejor terapia para un pirómano que ponerle al frente de los bomberos?

Otro tanto se podría decir del liberticida Carod Rovira, que vuelve a ser el segundo de a bordo tras haber sido formalmente expulsado del Gobierno al comienzo de la legislatura anterior. Sus competencias directas sobre la "regulación" de los medios de comunicación tienen un potencial de conversión muy similar al que se lograría designado a un partidario de Herodes al frente de un servicio de cuidado y atención a la infancia. El de Esquerra también asumirá, por cierto, el control directo de algunas instituciones de representación de la Generalitat en el exterior, entre las que se encuentra la Casa de Perpiñán. Allí seguro que llevará a cabo una actividad cultural que desvincule aquella localidad del recuerdo de los encuentros que allí se celebraron para diseñar "estrategias conjuntas para la desestabilización del Estado español".

En cuanto a las insidiosas acusaciones de nepotismo relacionadas con Ernest Maragall, Montilla bien las puede rechazar, haciendo notar, simplemente, que el nuevo consejero de Educación ya no es hermano del presidente, sino de su antecesor.

Finalmente, algunos recalcitrantes podrán reprochar al tripartito la escasa paridad que ofrece un ejecutivo progresista en el que sólo cuatro de sus catorce consejeros son mujeres. Sin embargo, Montilla siempre puede recurrir a la muy progresista y reciente legislación que permite el cambio de sexo en el Registro Civil. Mientras prepara el sorteo, Montilla ha tranquilizado a sus consejeros recordándoles que ya no es necesaria la intervención quirúrgica.

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