Rodríguez Zapatero y sus burdos censores mediáticos, visiblemente preocupados y ahítos del auténtico clamor contra la política de reparto de nueces del inquilino monclovita, boicotearon, manipularon y censuraron una vez más sin rubor alguno la concentración del sábado. Casi a la misma hora en que José Alcaraz encabezaba el quinto y más importante estallido de protesta de las víctimas del terrorismo contra un presidente del Gobierno, Zetapé, contraído el rostro, contraprogramaba la multitudinaria advertencia con una nueva serie de lugares comunes y una reiteración de sus decisiones: todo va a seguir igual, no hay marcha atrás.
Con lo que no cuentan, sin embargo, ni el presidente ni sus ayudantes de recolección de los medios es con que la rebeldía social es ya una constatación irreversible. El cambio político va a fundamentarse precisamente sobre ella. Rajoy nunca se ha sentido más líder que en la concentración del sábado. Nunca como ahora el dirigente popular hubiera creído que los gritos de "presidente, presidente" fueran algo más que un deseo. Fueron en realidad una exigencia masiva que reclama la restauración de la libertad, de los valores democráticos y de la conciencia patriótica.
No ha sido una manifestación más. Un millón largo de almas anunciando un movimiento de rebeldía social, no puede ser tomado en balde. Pero con Zapatero es exactamente lo que va a ocurrir. Tal actitud acabará pasándole factura. Ya es Zapatero el presidente con menor credibilidad de la reciente historia. Ni siquiera los suyos confían en él. A partir de ahora se abre una nueva etapa en la que probablemente Zapatero no solamente desoirá sino que intentará criminalizar a los protagonistas de este nuevo clamor social.
Primero lo hizo con el PP y con las víctimas, después con la Justicia, ahora le toca el turno a los millones de ciudadanos representados por los manifestantes de la rebeldía social del 25-N. Los anatemas de la libertad, promotores y recolectores del régimen a expensas de los pistoleros, censores de la rebeldía social, no pueden evitar a estas alturas que el cambio haya comenzado.