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Álvaro Vermoet Hidalgo

Prohibido girar a la derecha

Sería desolador que la derecha renunciara a reformar la educación cuando llegue al poder, pues eso implicaría que en este país sólo se aplican las leyes de los gobiernos socialistas.

David Blunkett, Ministro de Educación con Tony Blair, explicó en la Escuela "Jean François Revel" de la Unión Democrática de Estudiantes las distintas soluciones experimentadas durante su mandato para mejorar la enseñanza británica. Soluciones tan originales como eficaces, que resultaron del objetivo de mejorar la educación y no de imponer fórmulas de laboratorio.

Este objetivo llevó a David Blunkett a introducir principios de esfuerzo y responsabilidad, a facilitar la elección de centro y la diversificación formativa en cada centro, y a introducir la iniciativa privada en la gestión de las escuelas públicas, que ahora dan beneficios. Es decir, la búsqueda de la mejora de la enseñanza le llevó al liberalismo. David Blunkett, británico antes que laborista, no quiso ser esclavo de los dogmas cuyo fracaso ya se había constatado.

En España, todo el mundo parece estar de acuerdo en que lo que necesita la educación es un Pacto de Estado. Pero ya ha habido pactos de Estado antes. El primero se produjo en el Senado a finales de los años 90, pero la entonces oposición socialista lo rompió para hacer un frente común con el nacionalismo, rechazando el intento de ordenar las enseñanzas de las humanidades de la entonces Ministra de Educación, Esperanza Aguirre.

Pero el más importante Pacto de Estado de Educación que ha habido en España emanaba del sentido común, del respeto a las reglas del juego y de la separación de poderes, tan arraigada en la mentalidad británica: el que obliga a todos los Gobiernos a aplicar todas las leyes.

La derecha no había apoyado en las Cortes la LOGSE, la reforma que trajo a España el sistema comprensivo, pero el gobierno de José María Aznar la aplicó con la lealtad exigible a cualquier gobierno democrático. Aplicada, cumplida la ley, el segundo gobierno del Partido Popular propuso una reforma sobre los aspectos más nocivos de la comprensividad, la Ley de Calidad.

El PSOE atacó la nueva ley. Junto con los sindicatos y las organizaciones de estudiantes antisistema, dio a entender que la calidad, la libertad de elección y la transparencia debilitarían a la escuela pública. Pero la razón de fondo era otra: la idea de que la educación pertenece, en todo tiempo y lugar, a la izquierda, es decir, que algunos se suicidarían en masa antes que ver mejorar la enseñanza bajo una ley del Partido Popular.

Y, efectivamente, cuando Rodríguez Zapatero llega al poder, anuncia que no aplicará la ya aprobada Ley de Calidad. Dice, abiertamente, que utilizará el calendario de desarrollo de la ley para no aplicarla, para extender los plazos hasta aprobar una nueva ley, la LOE.

La LOE sólo ha servido para evitar la entrada en vigor de las medidas de la Ley de Calidad, pues no ha derivado de ella ninguna reforma, si exceptuamos la Educación para la Ciudadanía y si a eso se le puede llamar reforma. La Ley de Calidad no tendría la oportunidad que sí tuvo la LOGSE, porque en España, gobierne quien gobierne, la educación parece ser patrimonio de la izquierda.

La ruptura unilateral de ese Pacto de Estado por parte de Zapatero debe tener consecuencias en la oposición. Sería desolador que la derecha renunciara a reformar la educación cuando llegue al poder, pues eso implicaría que en este país sólo se aplican las leyes de los gobiernos socialistas.

Como dijo Alicia Delibes, si en su día nos fijamos en los británicos para aplicar la comprensividad, ¿por qué no imitar ahora las reformas que David Blunkett y Tony Blair emprendieron hace casi una década? Tal vez porque en España, en educación, está prohibido girar a la derecha.

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