Como la inmensa mayoría de sus compañeros, también Trinidad Jiménez, lejos de avergonzarse de la actitud de su Presidente, justifica que se dialogue con asesinos en serie. Y no sólo con los de aquí. También con los que en Cuba protegen con mimo a los de aquí. Cuando reciben a sus víctimas tratan de que trascienda lo menos posible; sin embargo, no desaprovechan la más mínima de las oportunidades para justificar el diálogo con sus verdugos.
Es más de lo mismo. Si para Zapatero y sus cómplices, De Juana Chaos es un hombre de paz, ¿por qué no iban a serlo también Raúl Castro o Ramiro Valdés? Si aquí pretenden que las víctimas de ETA renuncien a la memoria, a la dignidad y a la justicia, nadie debe sorprenderse de que trabajen para que jamás se juzguen los crímenes de la tiranía de los hermanos Castro.
Tal vez Trinidad Jiménez no esté entre los que viajen a La Habana para celebrar con meses de retraso que el Monstruo de Birán alcanzó los ochenta años, lo que nos consta es que la secretaria de Estado para Iberoamérica siente pasión por los cubanos. Lástima que tanta pasión no la ponga al servicio de la verdad. Debe ser cosa de familia. También su primo pidió a los cubanos que renuncien a la memoria.
Cientos de miles de españoles le recordaron este sábado a Zapatero que no puede dar lo que no es suyo. Tal vez él, como Gallardón y su prima, pueda renunciar al discurso del dolor que jamás conoció, lo que no puede es hablar por los que en España murieron por la libertad de todos y jamás pidieron venganza. No se les puede exigir mayor sacrificio. No renunciarán a la memoria. Ni en Cuba ni aquí.